WASHINGTON.- "No porque sea mi abuelo debo sostener ni defender toda la teoría psicoanalítica", explica la nieta de Sigmund Freud, Sophie. Afable y cortés, aceptó dialogar con LA NACION sobre su célebre abuelo, pero marca sus profundas diferencias con él. "Mi abuelo fue un buen hombre, tengo buenos recuerdos de él. Era cariñoso. Pero disiento con algunas de sus ideas. No sabía nada de la sexualidad femenina", dice.
Sophie Freud tiene 82 años y desde los 18 vive en los Estados Unidos, a donde llegó con Ernestina, su madre y nuera del gran neurólogo vienés, fundador de la teoría psicoanalítica. Aunque ya retirada como profesora emérita del Simmons College, continuó hasta hace poco trabajando como editora literaria de la Revista de Psicoterapia de Estados.
En Bajo la sombra de la familia Freud, el libro que acaba de publicar en alemán, intentó combinar los hechos más relevantes del siglo XX con la vida de su madre, que se casó con Martin, el hijo mayor de Sigmund. A lo largo de 400 páginas, Sophie -que visitó la Argentina en los 90 para dar conferencias y recorrer la Patagonia- describe la vida bajo la sombra de su abuelo y del nazismo y cuenta cómo escaparon a París, pasaron por Casablanca y llegaron a Nueva York. Para narrar la historia, toma como fuentes sus propios escritos, los de su madre y su padre, y cartas inéditas de Sigmund y Martha.
"De la familia Freud no quedan demasiados. La mayoría ha fallecido; el libro es una manera de recordarlos", dice Sophie, que vive en Lincoln, una pequeña y bella ciudad ubicada 30 kilómetros al oeste de Boston. Allí dictó cursos de doctorado en la Escuela de Trabajo Social de la Simmons College, una prestigiosa universidad desde la cual criticó y refutó durante décadas las ideas de su abuelo. "Disiento con algunas de sus teorías, que considero desactualizadas. No me siento cómoda, entre otros puntos, con su abordaje masculino excluyente", explica.
-¿Hay algo que rescate de las teorías de su abuelo?
-Comparto la idea de que a veces hacemos cosas, actuamos por razones que no necesariamente sabemos, ni comprendemos de manera consciente. El puso esa idea del inconsciente en el mapa. No la inventó, es algo que ya había sido planteado mucho tiempo antes, pero eso es lo que rescato de él.
-Más cauta es, en cambio, al abordar su visión de la infancia
-Ese caso es diferente. Creo que tenía razón al exponer las influencias existentes en la formación de ideas durante la infancia, las experiencias tempranas, en particular las malas experiencias. Pero a diferencia de él, creo que la importancia que se le da a la crianza ha sido exagerada, salvo que se trate de padres abusivos, por supuesto. En líneas generales, no creo que los padres sean tan influyentes.
-Imagino, dada su especialización académica, que usted valora más el contexto social. ¿Pero aun en la temprana infancia?
-Mi abuelo no enfatizó lo suficiente la influencia de la cultura, de las clases sociales, de la geografía -entre muchos otros factores posibles- en la formación de una personalidad, de su espacio íntimo. Piense, por ejemplo, en toda la gente que sufre en Africa. En el caso de todos esos millones de personas, todo pierde peso ante la necesidad de comer. Ante ese impulso más primario pierden influencia tanto la crianza como factores sociales y culturales.
-¿Cuál es su aproximación a la visión freudiana del sexo?
-Sigmund puso el sexo en el mapa como una gran fuerza en la conducta y eso hay que reconocerlo. Pero, otra vez, creo que hay otras fuerzas más fuertes, como la autoestima, el poder, el apego por otros. En muchas personas, esas fuerzas o influencias internas o externas pesan más que el sexo al actuar. Lo mismo pienso de su teoría sobre la envidia de la mujer por el pene. No tiene sentido. -¿Se ha psicoanalizado alguna vez?
-No.
-¿Por qué? ¿Lo rechaza de plano?
-Para comenzar, no me parece demasiado apropiado hablar sobre mí misma durante años. Creo que es un lujo que no muchos pueden darse y, en mi caso en particular, siento que el psicoanálisis sería una pérdida de tiempo. Me parece, además, que se crea un vínculo complicado. Los pacientes a menudo se convierten en personas demasiado dependientes de sus psicoanalistas.
-¿Usted ha comparado a su abuelo con Adolf Hitler en un documental? ¿Dijo usted que ambos "compartían la ambición por convencer a los demás de la única verdad a la que habían arribado"?
-Es muy cierto. Sí, lo dije. Hay enormes diferencias entre ambos, por supuesto. Sería estúpido no distinguirlos. Pero también es cierto que ambos eran muy ambiciosos y estaban convencidos de que detentaban la única verdad.
-¿Fue algún tipo de lectura en particular lo que la "empujó", digamos, a rechazar la teoría psicoanalítica?
-Si fuera por citar a una escuela de pensamiento, pues comenzaría por aquellas que buscan otras formas de ayudar a una persona [no habla de "paciente"]. Primero promovería una conversación sincera, profunda, más que un psicoanálisis. -¿Cree en Dios?
-No, no creo en Dios. Sí creo en la bondad humana y en que las personas deberían vivir armoniosamente.
Cuestiones de familia
Entre sus muchas publicaciones se cuenta una biografía del psiquiatra suizo, Carl Jung en los comienzos, llamado a ser el heredero intelectual de Freud y más tarde distanciado de él, como así también My Three Mothers and Other Passions (Mis tres madres y otras pasiones), en que abordó las complejas relaciones que tuvo con su madre, su tía materna y Anna Freud, la hija menor de Sigmund. y la que más contribuyó al psicoanálisis.
Anna mantuvo una estrecha relación con su padre, no así con su madre y sus hermanos. En particular con Sophie, la más bonita de la familia y con la que competía por la atención paterna. A los 82 años, la sobrina de ambas, también llamada Sophie, se permite una mofa: Aquella Sophie sí era bonita. Al menos yo no tuve ese problema. LA NACIÓN