Ahora que se avecinan las fiestas de navidad y vamos con paso firme a las postales de playas llenísimas de extranjeros y de santiaguinos, es la oportunidad de hacer un cambio en nuestras vidas.
Uno decide qué guarda en esa maleta y yo, cada vez que viajo, llevo todas esas cosas que me gustaría solucionar o mejorar. Es una lista de cosas más relevante que el equipaje: Llevo esos problemas que durante un año, o más, me hicieron alguna roncha y que no pretendo traer de vuelta en mi maleta.
Así lo hice cuando viajé a Miami como estudiante de intercambio. Era de poquísimo mundo y bien sureña para mis cosas, con decirles que nunca en mi vida había subido a un avión. Allá trabajé como loca, porque necesitaba salir con cuentas alegres; de eso dependía mi continuidad en la universidad, la compra de mi primer notebook, ropa linda y algunos regaloneos a mi familia.Conocí mucha gente y desde ese verano de 2006-2007 tengo amigos que siguen mis pasos a pesar del tiempo. Pero lo más importante fue que aprendí que la felicidad es una actitud diaria, no es un estado que vive por sí mismo, es uno quien debe darse ánimo, priorizar lo positivo y darle punto final a los miedos y dolores del alma.
Cuando viajé a Perú con los amigos que había conocido en Miami, pasamos unos días en Cuzco y pensé: ¡Acá puedo morir feliz! Me había llevado una maleta llena de problemas que a la larga se habían vuelto crónicos. Vivía de inseguridades y arrepentimientos por algún error que a estas alturas ni recuerdo, pero sí sabía que le daba una importancia magnífica a algo que me hacía mucho daño.
Mientras estaba en un lugar tan místico como Machu Picchu, reía a más no poder con un matrimonio español y disfrutaba de una postal maravillosa, decidí tomar un respiro y hacer un flashback, bien consciente, de todas esas cosas que me hacían mal e impedían vivir el ancho real de la felicidad que tenía en mis manos... A cada cosa le di una respuesta: No me sirves, ya me hiciste demasiado daño, no me conviertes en una mejor persona, me alejas de la verdadera Coté, pérdida de tiempo, tóxico, etc. Así fue ocurriendo una especie de "descarte emocional" que hasta el día de hoy me sirvió tanto, que diría que la Coté que regresó de ese viaje fue completamente distinta.
Pero la catarsis emocional más importante fue en mi viaje a China, gané una beca para perfeccionarme en Estudios Económicos Regionales y conocí muchos lugares hermosos, personas maravillosas y muy disciplinadas, viven del perfeccionismo laboral pero lo mezclan con una espiritualidad tan grande que sí... me dio para pensar bastante.
Allá conocí a una amiga de Costa Rica, que había usado el viaje para sanar dudas existenciales que solucionamos una noche en Shanghai, en una habitación de lujo y con esas mascaritas hidratantes en la cara que ayudaron a camuflar las mil lágrimas que dejamos esa noche. A cambio, ella se había liberado de muchos arrepentimientos que venía guardando por muchos años. Con un abrazo lleno de risas y agradecimiento mutuo, nos despedimos en Beijing y prometimos volver a vernos. Una parte de mí se fue con ella, además de mi cartera que tanto le había encantado y que ni dudé en regalársela. El sufrimiento de ella me enseñó muchas cosas y volví con los principios de felicidad más claros que cuando tomé ese primer avión en Santiago, al emprender el viaje más largo de mi vida.
Lo mismo ocurre cada vez que viajo a mi querido sur, he disfrutado temporadas mágicas (navidad, cumpleaños y aniversarios) y siempre me encuentro con situaciones que me llenan el alma. Como el último viaje y mi visita a una amiga que tiene un departamento hermoso con vistas al lago en Puerto Varas, o a mi amiga de Puerto Montt que convierte un día cualquiera en una jornada valiosísima para ponernos al día. ¡Son chicas de admirar! Luchadoras, positivas, constantes y de emociones libres. Cuando nace una lágrima o carcajada no lo dudan y hace mucho tiempo dejaron de reprimir sentimientos. Cosa que yo hago cada vez más seguido y he evitado quien sabe cuántas enfermedades.
A lo que voy es que, siempre es más fácil replantearnos las cosas cuando estamos lejos de nuestra zona de comodidad, cuando salimos un rato de nuestra casa y de las historias que allá guardamos y a cambio, nos dejamos sorprender por lo que vayamos a descubrir en un viaje, sin importar el destino.Es importante ser conscientes todo el tiempo de nuestro "balance emocional" porque a veces, el ritmo rápido y repetitivo de nuestras rutinas de trabajo, deporte, amigos, familia y algo de descanso, no nos permite ver que llevamos una molesta piedra en el zapato. ¡Por mucho tiempo!Por eso, antes de comenzar un viaje, arma esa lista de cosas que quieres solucionar. Te sorprenderá la cantidad de respuestas que la vida tiene preparada para ti. Solamente es cosa de tener los ojos y el alma bien abiertos, para recibir esas "fortunas emocionales".Yo estoy emocionada por mi pronto viaje navideño a Osorno y Valdivia.
¿Dónde viajarán ustedes?¿Qué cosas esperan solucionar?