MFFP.
Revista Espiritualidad
Mi amor por los delfines, se remonta a las travesías que con poco más de diez años, junto a mi familia, hacíamos en un Ferry que navegando la costa Norteafricana, costeaba la ruta que unía las ciudades de Ceuta y Melilla. Al ser en horario diurno, permitía a los pasajeros, con permiso de la meteorología, pasar el viaje en la cubierta del buque.Mi padre, me acostumbró a hacerlo así para evitar los mareos, que a veces y debido a las fuertes corrientes que atraviesan el Estrecho, suelen darse en los camarotes. "Tienes que mirar fijamente la línea del horizonte", solía decirme siempre.Muchas veces, me encontraba con el regalo de poder ver manadas de delfines en libertad, que se acercaban con sus increibles saltos fuera del agua, al barco; creía yo que para "saludarme".Tristemente, hace unos años y gracias al poder mediático de las redes sociales, he sabido acerca de las horribles matanzas, que entre los meses de septiembre a marzo, se llevan a cabo en Japón, concretamente en Taiji, contra éstos y otros pequeños cetáceos.El motivo: por un lado la demanda de la industria alimentaria (comida: suele ocurrir con los ejemplares menos agraciados; de cada 17 se salva uno) y por otro la de grandes empresas como Seaworld Entertainment y otras que gestionan los grandes parques temáticos con espectáculos de mamíferos marinos, repartidos por todo el mundo (actualmente, viven 52 ejemplares de orcas en cautividad).En Taiji, se les tortura, se les lleva al extenuamiento, a la muerte, a la esclavitud de por vida, conduciéndolos con sus barcos de pesca hasta una cala que, en esos trágicos meses tiñe sus habituales aguas turquesas con el rojo de su sangre inocente.A pesar de todo lo que la ciencia ha investigado y sabe sobre estas impresionantes criaturas, sobre su inteligencia, sistema de comunicación interespecie, nobleza (son incapaces de atacar a las personas, incluso sabiendo que su vida corre peligro); estas matanzas no cesan año tras año, no sólo en Taiji, también en otros países como Canadá, Nueva Zelanda, islas Faroe, etc. Sabemos que sus argumentos para justificarlo son mentiras que tras la excusa de tradiciones, esconden el lucrativo negocio que supone.Por favor, si lees esto, educa a tus hijos y no los lleves a espectáculos con mamíferos marinos, no contribuyas a este negocio comprando entradas. Aunque, como en tantas cosas, son los Gobiernos los que tienen el poder para acabar con este infierno, todos podemos y debemos contribuir en la ayuda a los "sinvoz", difundiendo, firmando, prestando nuestra voz para que todo esto se acabe.Sueño con que ese día llegue, con que dejemos de creernos superiores a otras especies que nos sirven de negocio para algunos, y de entretenimiento para otros. No son cosas que podemos usar y tirar, no son algo con lo que se puede negociar.