Tan sencillo como se marchita una flor, el expreso político Lamberto Hernández Planas, ahora se nos muere en el hospital del Combinado del Este. Cumplió veintitrés años de cárcel, y cuando aún no llegaba a dos años de Libertad Condicional, fue enviado recientemente de vuelta a la prisión; injusticia que lo decidió a emprender una huelga de hambre que este 3 noviembre llega ya a los veintiocho días.
A la dictadura nada le interesa; la posible muerte de Lamberto solo sería para los dictadores una raya más para el tigre. Otro muerto político que cargará en sus espaldas, sin que les importe. Exactamente el mismo día antes de su arresto, Lamberto se proponía contactar a una familia que sobrevive en paupérrimas condiciones, con la intención de entrevistarlos para dar a conocer internacionalmente su caso. Ya los había visitado, habían acordado el día y la fecha en que lo recibirían, y, tras despedirse hasta el próximo encuentro, decidió ir de regreso a su casa.
Lamberto fue objeto de un plan siniestro. Una “dama” le pidió ayuda para bajar del ómnibus, casualmente en la misma parada en que él debía hacerlo, a lo que accedió con amabilidad y, al brindarle su mano, una vez que ella alcanzara la acera, la oyó proferirle insultos y gritar a todo el mundo que él la estaba acosando. Para suerte de la “dama”, en esa cadena de “casualidades” que a veces ofrece la vida en la Cuba de hoy, dentro del ómnibus venían dos “íntegros” ciudadanos, que se mostraron prestos a acudir a su llamado, y se sumaron a otros dos que, “casualmente” esperaban abajo para, entre los cuatro, propinarle una paliza, supuestamente por el acoso a la “dama”. Lo curioso es que, mientras lo golpeaban, le recordaron a Lamberto algunas advertencias que la policía política le había hecho mucho antes (advertencias que él no había cumplido, le decían) y lo amenazaban diciéndole que ahora le pesaría.
Para colmo de las “casualidades”, de esas que rozan lo inverosímil, una patrulla pasaba a unos metros del lugar y, de inmediato, deciden apresar a Lamberto y conducirlo a la unidad policial. Una vez que llegó su familia, se enteraron de que la misteriosa “dama” es recién graduada de fiscal y, aunque parezca una obviedad repetirlo, ya sabemos a lo que se dedican los fiscales en Cuba: son parte del brazo armado del gobierno. Y aquí escribo desde la experiencia, pues quien escribe este post, como es bien conocido, ya fue víctima de un entramado de telenovela parecido, con la intención de encarcelarme como castigo por mis críticas al gobierno a través de este blog. La fiscalía, en mi caso, presionó y sobornó a un testigo falso, con la clara intención de condenarme a una pena que me tuviera alejado por muchos años de la oposición activa, pero gracias a que se le pudo grabar un video a ese falso testigo, en el que confesaba mi inocencia y daba a conocer el ardid que la policía política se proponía en mi contra, tuvieron que desecharlo.
Lamberto fue condenado a un año de prisión, más dos que debía de la Condicional: tres años de encarcelamiento, en caso de que las autoridades no lo complicaran más con nuevas tretas para alargarle la sentencia. Hoy Lamberto está inconsciente y con un suero que autorizó la esposa para salvarle la vida. Lamberto está hastiado de injusticias y resuelto a morir antes que las autoridades lo vuelvan a lanzar a prisión.
A la “dama” recién graduada la debieron haber comprado con alguna dádiva para que accediera a cooperar con esta insultante injusticia. Mancha así, como ya es usual que suceda en Cuba, el rostro digno que debiera tener la justicia, haciéndose partícipe de un delito falso, que precisamente escogen para que la opinión pública dude y no defienda a Lamberto. Semejante a lo que hicieron con el supuesto delito que me achacaron para apresarme, también con una “dama” despechada y con demostrables desajustes psíquicos.
Lo triste de todo es que Lamberto se nos muere hoy y la fiscal recién graduada, junto a los sádicos de la Seguridad del Estado, quedarán solamente como sus asesinos, que prefirieron apagarle la vida, antes de que diera a conocer las terribles y bochornosas necesidades de una familia que debiera ser escuchada por una sociedad como la que han impuesto los Castro a su pueblo; una sociedad que dice ser la más humana del universo.
Lamberto solo intentaba ser útil a una sociedad donde la mayoría tiene miedo y cierra los ojos para no ver las calamidades que vive la nación: un vergonzoso “salvase quien pueda” que él, particularmente, detesta.
Ángel Santiesteban-Prats
Habana, 3 de noviembre, “libertad” condicional.