Revista Cine
David Thomson empezó a elaborar un diccionario de personajes del cine negro (años 40-80), a los que luego dotó de una biografía completa e individual (ampliando la ficción, inventando nuevas ramificaciones: haciendo metaficción) y a los que empezó a relacionar entre sí (con insólitos y sorprendentes vínculos de amistad o parentesco, de modo que, por ejemplo, el Travis de Taxi Driver sea hermano del Harry de La noche se mueve). El resultado es un libro inaudito, que puede ser leído como un ensayo o como una novela de historias cruzadas y como una referencia del noir. En el prólogo, Rodrigo Fresán lo emparenta con Vidas imaginarias, esa gran obra de Marcel Schwob.
Thomson lo publicó en los 80: así se explica que, por ejemplo, Michael y Kay tengan un final distinto al que posteriormente veríamos en la tercera parte de El padrino. El autor es consciente: durante estos años su libro ha tenido muchos seguidores, pero también sabe, y lo afirma en la nota final, que sus páginas incomodan a algunos cinéfilos. A mí me ocurrió en algunas entradas: me incomodó que tal o cual personaje mítico acabara sus días convertido en una piltrafa, todo lo contrario a sus días de gloria dentro de la pantalla; y, cuando no había visto el filme original, me aburría un poco. En otros casos, me alegró conocer más de la vida de X personaje. Me lo he pasado bien leyéndolo. Eso sí: sólo es apto para quienes, como yo mismo, se hayan visto todas (o casi todas: es mi caso) las películas citadas: Retorno al pasado, Casablanca, Sed de mal, Chinatown, En un lugar solitario, Malas tierras… Ah, y sólo al final se descubre qué personaje clásico es el narrador.
En este fragmento, el autor inventa un encuentro entre Marie (Ida Lupino en El último refugio) y el escritor John Fante:
En 1936, Marie hizo las maletas y se montó en un camión que iba hacia el sur. Dos días más tarde, estaba en Los Ángeles.
Allí conoció a un joven escritor, John Fante, y se fue a vivir con él en Bunker Hill. Por primera vez en su vida Marie respiró feliz. Trabajaba como camarera, leí lo que John iba escribiendo y los dos disfrutaban de su mutua compañía. A veces, a la caída de la tarde, cogían el autobús que llevaba hasta la playa y se bañaban en el mar a la luz de la luna. John le contaba historias magníficas, y a ella le encantaba arrebujarse al calor de sus brazos escuchándole. Pero la penuria económica terminó haciendo mella en su carácter, y un día otro hombre flirteó con ella en el establecimiento donde trabajaba. Se llamaba Kozak, y su rudo rostro causó tal impresión en Marie que ya no consiguió apartarlo de su mente.
Marie se fue a vivir con él, y Kozak la puso a trabajar como bailarina en un club nocturno, donde cualquiera que estuviera dispuesto a pagar por un baile podía disponer de ella.
[Traducción de Victoria Alonso Blanco]