Hace unos días se desató una polémica en relación con la utilización de un neologismo inventado por la diputada en el Congreso Irene Montero Gil. A una velocidad de vértigo, como ocurren las cosas ahora, se difundió la noticia. Suponemos que desaparecerá del mismo modo en una sociedad ávida de novedades, pero nos ha suscitado una duda, diríamos que existencial.
El vídeo es fácilmente encontrable en internet. La diputada habla de “portavoces y portavozas”. No queremos ser retorcidos pero, según dice el palabro, esboza una sonrisa sutil, como sabedora de lo que acaba de desencadenar. No somos los más indicados para corregir, aprobar o desaprobar el uso de esa voz. Los análisis ya están hechos. La Real Academia Española (RAE) aclara que “portavoz” es un sustantivo común en cuanto a género. En su sitio web la RAE aclara las cuestiones del genero de los sustantivos y, en nuestra opinión, sus consejos normativos recogen lo más habitual en el habla cotidiano. Así pues, sin entrar en la pertinencia o no de forzar la feminización del lenguaje más allá del uso de la calle, parece que no es correcto alterar la palabra portavoz.
Pero, ¿por qué usar esta tribuna para hablar de este asunto? Las cuestiones lingüísticas han de estar presentes en cualquier conversación y escrito profesional. La competencia de dominio del idioma, oral y escrito, es transversal a cualquier titulación universitaria. Esto ya justifica la inmersión en estas lides. Cuando leemos historias clínicas, artículos de revistas científicas, blogs, tuits, diarios reflexivos,…vemos faltas inadmisibles para personas que se supone han alcanzado las más altas cotas del sistema educativo. Errores haylos, los nuestros los primeros. Pero la abundancia y la reiteración hastían.
Y volviendo al asunto de la portavocía, Salvador Gutiérrez Órdoñez, catedrático de Lingüística, aclara la realidad mudable del idioma, pero también que no, no es de uso aceptable ni aceptado el órdago lingüístico de la diputada. Al menos de momento.
¿Y qué tiene eso que ver con al fisioterapia? No es la primera vez (y esperamos que tampoco la última) que hablamos de la lengua en esta bitácora. Ya lo hicimos en ¿Fisioterapéutico o fisioterápico? y en Por la corrección del lenguaje entre los profesionales de la salud. La duda que nos invitó a escribir hoy, ajena a cuestiones profesionales o asistenciales, fue si acudir a la llamada de Irene Montero y solicitar la inclusión del término fisioterapeuto en el diccionario. Sería una manera de visibilizar la presencia de la mujer en nuestra profesión, dado que fisioterapeuta no acepta, según el sistema de nuestra lengua, una forma que la haga femenina. Un vez leída la RAE, en concreto los apartados 3.a) y 3.b), nos queda claro que podemos (debemos) decir el o la fisio y el o la fisioterapeuta. Además, el uso de fisioterapeuto acarrearía algún que otro inconveniente. A muchas personas les resulta dificultoso decir lo que somos. Por eso se oye “el fisioterapia…”, “el fisoterapeuta”, directamente “el chico”. No queremos pensar en las posibles derivadas del nuevo vocablo. Finalizamos esta entrada un tanto inusual con un vídeo que deja ver lo que puede llegar a provocar tanto afán por explicitar la presencia de los dos sexos. Una sonrisa, por favor.