Amiga, no es que no te entienda, es que soy un hombre. Vivo en mi cubículo, conectado a estimulaciones sinápticas, cadencias electrónicas e imágenes sugerentes. La mitad de mi bestialidad recibió instrucciones para poseer, el otro cincuenta por ciento (prefiero decir) es maldición genética. Quiero tenerlo ya, lo que sea, incluida tú. Quiero ser propietario de montes, coches, casas y culos. Soy un hipotálamo insaciable. Soy la temible gónada con patas. Vivo para satisfacer instintos primarios.
Soy un animal de laboratorio.
Con gran esfuerzo y a duras penas te intuyo, persona del otro género. Tomo el atajo del raciocinio y extirpo espíritu de caderas; capto ideas sin bifurcaciones curvilíneas. De año en año, trillando elecciones fallidas y erecciones acertadas, veo la persona tras la mujer. Demasiado esfuerzo, amiga. En el laboratorio global somos objetos buscando objetos, adiós empatías. Un animal entiende la geometría de un pecho; la lógica de un sentimiento es aterradora, puro fuego para las neuronas.
Soy un animal de laboratorio, amiga, como lo fueron mis ancestros, como lo eres tú, en un ciclo sin fin, experimentando emociones con otras bestias de laboratorio. Descargas de energía simple, trepanaciones de cariño, ablaciones de amor… En esta ominosa partida tú juegas conmigo y yo juego contigo. Por el camino, arrierita, sacrificamos compromiso, ética y animales para que ni champú, ni abrazos, nos hagan llorar.