En 1991, cuando “Sugar Tax” (el octavo disco de OMD) fue publicado, yo contaba con 15 años. No conocí el disco en aquel momento, claro: en aquellos mis años púberes, el dúo formado por Andy McCluskey y PAul Humphreys no era para mi más (como si aquello fuera poco, bendita ignorancia) que aquel grupo de los ochenta que había firmado aquellas famosísimas canciones a partir de brillantes líneas de sintetizador. Eran, por decirlo así, más cosa de un brillante pasado que parte del futuro que estaba por venir.
Lo cierto es que, al menos en un sentido, no me equivocaba: los OMD de 1991 estaban más cerca de los sonidos de baile de moda que del synth-pop flúor que los había hecho famosos, y cualquiera que se hubiera acercado a aquel álbum con ansias de encontrar un reemplazo a aquellas legendarias melodías al teclado se hubiera sentido decepcionado. Sin embargo ¡caramba! resulta que era un buen disco: más cerca de Pet Shop Boys que de ellos mismos (de hecho, Humphreys ni estaba entonces en nómina), es verdad, pero un disco en el que no faltaban sencillos con capacidad de ser exitosos (la canción que abre el disco lo fue), ni deliciosos medios tiempos, ni -por faltar, que no falten- estupendas versiones de Kraftwerk (“Neon Light“).
Volviendo a lo que comentaba al principio, si yo hubiera descubierto “Sugar Tax” en 1991, a mis quince primaveras, me hubiera vuelto completamente loco con “Speed Of Light“. Esa canción tenía TODO lo que me gustaba en aquel momento: frenesí electrónico, estrofas inflamables, estribillos en llamas capaces de prender fuego a Eurovisión. Música perfecta para un joven impresionable poseído por el espíritu del synth-pop, alérgico a las guitarras, incapaz de no ponerse a bailar cuando sonaban los teclados. Con el paso de los años, cosas de la madurez, uno aprecia como el gusto se va refinando, la paleta se abre y donde cabría esperar una repetición histérica de aquella canción (coincide que estos días he llevado el CD en el coche) hay una saludable alternancia entre pistas, con paradas en la maravillosa (cómo me gusta el modo en que se invierte el papel de estrbillos y estrofas en esta canción) “Call My Name“, la cadencia cálida de la sutil “Walking On Air” y el emocionante cierre de “All That Glitter“.
Vale, tampoco voy a engañarme, a estas alturas de la vida: me pongo mucho “Speed Of Light“, me pone mucho “Speed Of Light“. Y qué le voy a hacer yo, si tengo ya 43 años y esta canción tiene todo lo que me gusta. Frenesí electrónico. Estrofas inflamables. Estribillos en llamas capaces de prender fuego a Eurovisión. Oh yeah, that’s my shit.
Publicado en: Canciones EscondidasEtiquetado: 1991, Dance-pop, OMD, Orchestral Manoeuvres In The Dark, Pet Shop Boys, Sugar Tax, VirginEnlace permanenteDeja un comentario