Revista En Femenino

Spiderrizo

Por Mamaenalemania
Como madre experimentada que me considero (a pesar de lo que les cuenten mis conejillos de ind..., digo mis polluelos) les digo pero, sobre todo, les advierto que la peor edad, la más dura, cansina y tocapelotas de todas, es la que va desde el año y medio hasta los tres años.Lo sé, ahora mismo me acabo de ganar la enemistad y el odio profundo de todos los padres con bebés colicosos e insómnicos y la de los de púberes adolescentes al borde del ataque de nervios (los padres y los púberes, entiéndase).Pero no se crean que lo digo asín a la ligera, oigan, que yo de estas cosas sé un huevo (tres, para ser exactos).Mi vida ya era suficientemente estresante con un preescolar evangelizador e impertinente, un Destroyer mimoso saliendo poco a poco (muuuuuuy poco a poco) de sus terribles 2 y una bocina mofletuda y con Rizo que se pasa el día sonando Maaaaaaaaaaaaaaaaammmiiiiiiiiii (como cada 15 segundos más o menos). O eso creía yo.Algo muy malo debí de hacer en una vida anterior, o alguien me ha puesto una vela negra o me ha castigado Gott por algo que he debido de hacer sin darme cuenta y sin querer... porque ahora comprendo lo que vivieron los padres de Spiderman. Yo, que afirmaba la superioridad de la raza teutona basándome – entre otras cosas – en la elevada altura de sus picaportes, me he quedado sin argumentos. El del Rizo no será el más enano del lugar, pero desde luego es el más matón.Hace un par de días, encontrábame yo en casita con la bocina mofletuda mientras el maromen se hacía un Mann en bici con los otros dos. Ilusa de mí, pensé que trajinar en la cocina con el más pequeño a mi vera era pan comido. Ilusa.Aprovechando una de esas rarísimas ocasiones en las que se entretiene solo, sea haciendo jirones un periódico o persiguiendo una mosca (algo inexplicable teniendo en cuenta que mi salón nada tiene que envidiar a una tienda Imaginarium), me escaqueé a la cocina a adelantar con mi lasaña. Y ahí me quedé, con el radar auditivo afinado y picando cebolla, sabiendo sin mirar en qué punto del habitáculo contiguo se encontraba el tormentito y qué hacía. En un momento dado el silencio se hico pánico y, cebolla y corazón en mano, asomé rauda la cabeza en busca de la catástrofe. Encontrármelo concentradísimo con la cremallera de un cojín devolvió mi Herz a su sitio y mi culo a los fogones. Creo que hasta dije en voz alta „menuda histérica, si ahí no le puede pasar nada“.¡Ja!Lo siguiente que recuerdo es que se me debieron de estropear las antenas maternales y que el tiempo pasó muy rápido y que creo que incluso se me olvidó que tenía un polluelo a mi cargo... Un Maaaaaaaaaaammmmiiiiiii lejano y como un poco amortiguado me sacó de mi ensoñación Arguiñil y con la sal en la mano de pronto no supe ni dónde ni cómo ni quién.Tentada estuve de llamar a la Polizei cuando asomé la cabeza al Playland para encontrarme el cojín abandonado y ni rastro de mi descendencia. Si les digo que casi me da un jamacuco supóngome que no se extrañarán.Si les digo que tras varios Maaaaaaammmiiiiii conseguí encontrar el foco de la llamada supóngome que se sentirán aliviados.Pero ¿y si les digo que me lo encontré de bruces, cuando se me ocurrió mirar por la ventana (es un chalete, no se asusten)... sentadito en el techo del coche? Y tan contento que estaba el mamón, que incluso aplaudía (¿o me aplaudía a mí, por lerda?).Tal que como los Increíbles cuando descubrieron el súperpoder del benjamín estamos por aquí. No hay puerta ni silla ni barrotes ni madre que se le resistan. A Spiderrizo ya no hay quien le pare, que incluso sus hermanos le piden que les baje las chucherías. Y la lasaña, por si a alguien le interesa, estaba sosísima.

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