Los niños son un encanto. Por dos cosas: porque dicen lo que piensan, y porque sienten lo que dicen. Son sinceros. Y afectuosos. Y nobles. No hay simulación en ellos.
Este anuncio es un pequeño homenaje a su sinceridad, a los buenos deseos que brotan en sus corazones, y al afecto que sienten hacia sus madres. Quieren jugar, aprender, experimentar el mundo. Y eso puede exigir esfuerzo, constancia... incluso rebajarse hasta el barro. Pero saben que el fruto llega, que serán mejores, que el trabajo ilusionado siempre merece la pena.
Hay un doble juego en este anuncio, como en el que os puse la semana pasada: "The Force", la última propuesta del Volkswagen Passat. En aquel se mezclaba el humor y el sentido de familia, la sencillez del niño y la comprensión del padre. Aquí se da también esa doble cara: la historia bascula de la sinceridad al juego, de la ternura al humor. Pero no olvida la genuina rectitud que anida en el alma del niño. Y esto, aunque sus trastadas alguna vez disgusten a las madres...
Bien mirado, la última exclamación de todos esos niños no es más que la más sincera manifestación de lo que piensan y de lo que sienten. Un aplauso para la publicidad argentina.