Sobre un negro absoluto, el spot arranca con una sugerente voz en off: “Tú que puedes, vive la vida por los dos…”. Se abre el plano y vemos a una mujer en la tercera edad, recostada en la cama de matrimonio. Su mano pasa por encima del lugar que antaño dormía su marido, como buscando el recuerdo de su ser más querido. “Ya va para once años que me lo pidió… ‘Y hazlo con la alegría y la hermosura que siempre has tenido’”. El relato sube de tono: “Porque, como me llamo Unce, desde ese Cielo en que tanto crees te estaré contemplando… [Ella mira ahora a lo alto, a través de la ventana]… Y prométeme que no estarás triste más de un minuto. Porque yo seguiré a tu lado”.
Viene entonces la referencia a la familia: “¡Y cuídate!... Porque les harás falta a los niños…”. Pero el consejo va más allá, y toca la fibra del espectador: “Y si conoces a alguien más, sigue tu camino”. Ella no parece dispuesta a buscar otros afectos: “¡Ay, qué ocurrencias tiene este hombre! Yo, por si acaso, siempre llevo la alianza…”. Y responde con un monólogo chispeante y lleno de ternura, sobre todo cuando recuerda: “Fueron 26 años, 11 meses y 20 días maravillosos… que duraron un suspiro”.
La marca anunciada se desvela al final: es una tienda sencilla, con amplia tradición familiar. Y entendemos entonces que todo ese recuerdo de la protagonista entronca bellamente con el objeto anunciado. Y lo hace con tal naturalidad, con tal emoción, que ese recuerdo nostálgino nos conmueve y nos arrastra.
Habrá quien vea en ello una instrumentalización de los sentimientos. A mí, por el contrario, me parece un canto bellísimo al amor verdadero, ese que no muere nunca aunque muera la persona amada.