Revista Arte

Stephen Conroy. El realismo, el hombre y la soledad

Por Bill Jimenez @billjimenez

Si tuviéramos que escoger entre las muchas virtudes que tienen las obras del pintor escocés Stephen Conroy (Helensburgh, 1964), sin duda nos quedaríamos con la versatilidad que demuestran en su análisis, contentando por igual a los que sólo buscan virtuosismo como al experto que gusta de discursos inusuales y trasfondos históricos, como demuestra la empatía cromática que sus lienzos sienten hacia la Escuela de Londres, y en concreto, hacia los pintores de la talla de Frank Auerbach y Lucian Freud.

Stephen Conroy

Figurativo ante todo, Conroy hace del retrato –tanto suyo como de sus amigos– una elegía a la propia deriva existencial del hombre, caracterizada por la soledad –reflejada en unos escenarios mínimos, vacíos en ocasiones–. Actitudes cotidianas como motor introspectivo, el ser humano como eje fundamental de un drama contra el que, ni elementos tan contemporáneos como un traje o un móvil pueden competir. Aquellos que son retratados por las sugerentes pinceladas de Stephen Conroy pierden su identidad para convertirse en avatares sociales que se comunican con el público a través de la gestualidad, siempre condicionados por los límites del lienzo o una composición de naturaleza cinematográfica, donde primeros planos y planos americanos son una constante que se impone a los fondos premeditadamente mínimos.

Stephen Conroy en Galería Marlborough

Y actualmente, desde el pasado 15 de marzo al 21 de abril, la galería Marlborough de Madrid ofrece una veintena de óleos de Stephen Conroy, muestras de una expresiva producción muy vinculada a la galería, y en concreto, a su sede londinense, donde el escocés expuso por primera vez a los 25 años.

Galería Marlborough


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