Es complicado determinar qué porcentaje exacto del éxito de las películas de Pixar corresponde a Steve Jobs, que ha sucumbido hoy al cáncer que padecía desde 2004 en su casa rodeado de sus seres queridos. Pero este californiano de 56 años ha sido el principal responsable de que hayamos podido disfrutar de joyas como Toy Story, Buscando a Nemo, Los Increíbles, Wall-e o Up, quizás no gracias a una supervisión directa de los films, pero si creando prácticamente de la nada el imperio que les dio a luz.
Jobs compró por 10 millones de dólares una filial de Lucasfilm hayá por 1986, año en el que abandonaba Apple por las desavenencias creadas con John Sculley en torno al poco éxito del Macintosh. Durante la siguiente década, el informático repartió su tiempo entre dicha compañía y su nueva empresa Next Computer, y no fue hasta 1995 que desarrolló la tecnología necesaria como para estrenar Toy Story, el film más taquillero del año y ganador del Oscar a la mejor cinta animada.
A partir de ahí el valor de Pixar en el mercado de valores fue en aumento éxito tras éxito hasta el punto de costar 7.400 millones de dólares en 2006, cifra con la que Disney dejaba atrás los sangrantes acuerdos de Jobs y se convertía en dueña de la compañía dejando un puesto de rigor en su junta directiva para su fundador.
Pero más allá de la innegable visión para los negocios del magnate, hoy todos los que le conocieron o trabajaron con él recuerdan en las redes sociales el caracter abierto a ideas nuevas que caracterizaba a Jobs, y que seguramente permitió que Pixar llegará hasta donde se encuentra además de sentar las bases del modelo de la empresa colectiva moderna. Vamos, lo que hace siglos se conocía como un genio. Al fin y al cabo, pocos pueden presumir de ser los responsables de la película que estás viendo, del soporte que estas utilizando y de que a tu jefe le pueda parecer una actividad para fomentar la creatividad si te pilla en el trabajo.
Pic vía CNN.
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