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Steven Spielberg y sus finales ñoños

Publicado el 21 septiembre 2012 por Cinefagos

Steven Spielberg y sus finales ñoños

Lees el título de este post y piensas automáticamente que el autor del mismo debe de odiar o tener manía a uno de los directores más influyentes de las últimas décadas. Nada más lejos de la realidad. Para mí Spielberg significa muchas cosas y negarle su importancia en el séptimo arte sería poco menos que estúpido.

Películas como El Diablo Sobre Ruedas, Tiburón, la saga de Indiana Jones (ejem, obviemos la última), Munich, Minority Reporte o Inteligencia Artificial entre muchas otras -no querréis que diseccione su filmografía, ¿verdad?- son de obligatorio visionado. Otras, como Hook, Amistad o Allways (de nuevo una pequeña muestra) no creo que puedan estar en ese podio. Pero, por muy bueno que seas en algo, siempre habrá momentos en los que estás más o menos inspirado.

Cuando criticas a algo o alguien parece que lo estás denostando automáticamente. Realizando una incisión quirúrjica para que sus fans vayan a tu yugular defendiéndole. No, que no lo estoy tirando por los suelos, pero sí quiero dejar bien claro algunas cosas que me hacen esbozar una sonrisa ante la ñoñería que a veces demuestra en sus películas. Algo que en cierta manera parece innato en él.

Spielberg es un genio a la hora de mostrar la aventura en su exponente máximo (Indiana Jones es su máximo exponente), planificar escenas impactantes (el inicio de La Guerra de los Mundos no puede ser mejor) o alejarse de cosas innecesarias (¿para qué mostrar la consabida pelea entre Cruise y Robbins en la película que he nombrado antes? Mejor lo que hizo Spielberg. Puerta cerrada y primera plano de Dakota Fanning tapándose los oídos). Y así podríamos seguir y seguir. Desde el suspense (obra maestra para mí, y mira que soy reacio a nombrar dicho término) de Tiburón o la escena de la bañera de Minority Report, el dramatismo de un niño robot en Inteligencia Artificial o la violencia más directa en un desembarco (Salvar al Soldado Ryan). Si a eso sumamos también un animal tan precioso como es el Caballo, apaga y vámonos (la de lágrimas que me hizo derramar en Caballo de Batalla). Seguro que vosotros tenéis vuestros momentos preferidos en determinadas películas de este director.

Lo que más me molesta, sin embargo, es su ñoñería en algunos finales. Algunos que habrían ganado muchísimos más sin ése “segundo final”. ¿Por qué? Pues quizás es porque al bueno de Spielberg le gustan los finales felices. Ésa puerta abierta para que todos nos quedemos con un buen sabor de boca. Quizás, quizás sea por eso.

Te pones a pensar y te preguntas:

Steven Spielberg y sus finales ñoños

¿Por qué en Salvar al Soldado Ryan tiene que mostrarnos al personaje de Matt Damon de mayor, en un cementerio, preguntándole a su mujer si ha sido buena persona? Acaba la película tal cual. Sin ése epílogo que para mí sobre completamente y encontré ridículo a más no poder. Ya sabemos que todo un grupo de gente perdió la vida por rescatarte, ya hemos sufrido con ellos, no hace falta más. En serio.

¿Por qué Schindler (Liam Neeson) tiene que hacer el memo al final de La Lista de Schindler gritando que por tal o cual objeto podía haber salvado a “x” judíos? Aquí puede haber discrepancias. Yo soy de los que opinan que Schindler (su misma mujer lo dijo) aprovechó una ocasión para salir bien parado ante la caída de los nazis. Una limpieza de conciencia de cara a que el bando ganador no se fijase “demasiado” en él. El momento redención (he sido un egoísta y me han dado igual los judíos y su destino) es siempre bien agradecido por el público. “Mira, pues tenía su corazoncito”. Es algo que vende, y vende bien. La película es increíble en no pocos momentos, pero a  mí siempre me “cantó” lo que he explicado. En la realidad Schindler se habría ido por la puerta de atrás, la pequeña, a la chita callando.

¿Por qué no dejar al niño robótico (con clara influencia de Marco) hundido en el agua y terminar con un The End como Dios manda? Pues no. Es un final triste, muy dramático. Muy oscuro y real a tenor con el tono de la película, diría yo. Durante años, muchos, he defendido el final de Blade Runner. Ése en el que Harrison Ford y Sean Young se van en coche por un paisaje esperanzador (todo muy verde y bonito. Se ve que la gente es tonta y prefiere vivir entre la mierda, la polución y la suciedad, ¿no? ¡Qué cosas!). Pero si tengo que ser sincero conmigo mismo, el verdadero final, el que pega con la película de Ridley Scott, es el de ambos en el ascensor con la puerta del mismo cerrándose. Ni más ni menos que ése. En Inteligencia Artificial ocurre lo mismo. A no ser que queramos, como he dicho en párrafos anteriores, un final feliz y que albergue esperanza. El protagonista de El Sexto Sentido acaba teniendo un “segundo final”. De nuevo, opinión personal, me quedaría con el primero.

Son tres finales que me han venido a la cabeza y que suelo tener presentes. Pero como digo, los mismos no tienen que hacer mermar la calidad de las películas -la está fuera de toda duda en muchos aspectos-, sin embargo habría estado mejor correr el riesgo y dejar en el aire esa sensación de que a veces hay cosas que no se pueden edulcorar. ¿Qué opináis vosotros?

Fdo: Snake   

Steven Spielberg y sus finales ñoños

 


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