En el capítulo once de su Lógica de las Ciencias Morales, en el punto 4 sobre la importancia de los hombres eminentes y de las políticas de los gobiernos ilustrados, John Stuart Mill dice, haciendo un poco de historia-ficción, lo siguiente de España.
"El gobierno relativamente ilustrado de que disfrutó España durante buena parte del siglo XVIII no corrigió los defectos fundamentales del pueblo español y, en consecuencia, aunque produjo grandes bienes temporales, muchos de los cuales desaparecieron con él, puede afirmarse con bastante plausibilidad que no tuvieron efectos permanentes. Este caso se ha citado como una prueba de lo poco que los gobiernos pueden hacer en oposición a las causas que han determinado el carácter de la nación, demuestra cuánto cuánto es lo que los gobiernos no pueden hacer pero no que no puedan hacer nada.
Comparemos lo que era España al principio de ese medio siglo de gobierno liberal con aquello en lo que se convirtió al final de ese mismo periodo. Ese periodo arrojó las luces del pensamiento europeo sobre las clases más educadas y cultas, y posteriormente nunca cesó de expandirse. En el periodo anterior a ese momento los cambios iban en una dirección inversa. La cultura, la luz intelectual e incluso la actividad material se iban extinguiendo. ¿No había nada que permitiese contrarrestar ese hundimiento y le pudiera dar una dirección ascendente? Aunque mucho fue lo que Carlos III y Aranda no pudieron hacer, ese cambio de tendencia ¡fue la consecuencia última de lo que hicieron!
A ese medio siglo debe España el haberse librado de la inquisición y de los monjes, que ahora tenga parlamento y (salvo en intervalos excepcionales) una prensa libre, que se hayan extendido los sentimientos de libertad y de ciudadanía, que se hayan desarrollado los ferrocarriles y los múltiples constituyentes del progreso económico y material. En la España precedente a esa época no había ni un único elemento que permitiese haber conseguido que permitiese haber conseguido esos resultados en ningún lapso de tiempo, en el caso de que el país hubiera seguido gobernado en la forma en que lo hacían los últimos príncipes de la dinastía austríaca o si los gobernantes borbones hubieran sido desde el principio como llegaron a ser después (tanto en Nápoles como en España)."