Autor: Samuel Johnson. Ahora que es inminente el aterrizaje en el mes de las vacaciones por excelencia (hablo siempre desde la perspectiva de España), resulta buen momento para recuperar las lecturas que hemos aplazado en espera del instante perfecto de poder hincarles el diente.
Pocas cosas habrá más placenteras que la lectura reposada y ajena al ruido constante que nos regalan los días comunes. Dejar que las historias y sus personajes se enseñoreen en nuestra mente, hasta robarnos no sólo el tiempo, sino también cada uno de nuestros pensamientos, es un delicado placer.
Dijo alguien, que la vida es perfectamente equiparable a un libro. Cada día, representaría una nueva página en la que vamos escribiendo -con reglones más o menos torcidos- nuestra propia historia.
¿Y si tu vida fuese un libro, sería interesante? Si dices que no, piénsatelo bien, porque yo creo que hasta la vida aparentemente más rutinaria o monótona, daría de sí para escribir la novela más fascinante.
Recapacita y piensa en todas las situaciones que has vivido; las amargas y las felices. Piensa en los viajes (a la esquina de tu calle o al fin del mundo). Piensa en los amores que viviste; los fugaces y los eternos. En toda la gente de la que aprendiste y a la que enseñaste o a los que ayudaste y te ayudaron. Piensa en tus logros (de cualquier naturaleza) y en las aventuras y en los olvidos y en las lágrimas y en los entusiasmos con sus correspondientes triunfos y derrotas. Una sola vida da para mucho si pretendiéramos contarla y probablemente, lo único que impediría que ese ‘libro’ no llegará a convertirse en un best seller, sería nuestra incapacidad para transformar en palabras hermosas, precisas y elegantes, todo cuanto nos ha pasado y todo cuanto hemos vivido…
Bueno, que me desvío del tema como casi siempre. Que sólo pretendía recomendar fervientemente la lectura. En cualquier época del año, pero especialmente en los momentos en los que estamos más relajados y podemos absorber con mayor interés todos los prodigios que esconden los buenos libros.
Reflexión final:
“Era el mejor de los tiempos y el peor; la edad de la sabiduría y la de la tontería; la época de la fe y la época de la incredulidad; la estación de la luz y la de las tinieblas; era la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación; todo se nos ofrecía como nuestro y no teníamos absolutamente nada; íbamos todos derechos al cielo, todos nos precipitábamos en el infierno”.
De leer el resto, ya te ocupas tú, ¿No? Pero eso sí, primero tendrás que descubrir de qué libro se trata... si es que acaso aún no lo sabes. La solución la dejo en el grupo de Facebook.