Vamos a hablar del Sub 20. Y les prometemos que no hablaremos de replanteos. Porque no los debe haber, el verbo replantear propone, a humilde visión del cronista, una concepción en la que ciertos aspectos de la coyuntura deben reconfigurarse pero en el que ya existe un rumbo definido, podríamos hablar de una vacilación, una marcha atrás, como puede sucederle a cualquiera. Avanzar a veces puede ser intermitente. Lo hacemos más práctico, un gobierno determinado modifica su política, ponele, de educación, pero esto no lo descalifica en el camino que haya trazado, el cual cuenta con innumerables variantes, va y cambia en educación pero se puede sostener de idéntica forma en otras áreas.
Lo que pasa en el Sub 20, y sumo otras selecciones juveniles significa la destrucción de años de éxitos obtenidos durante los procesos de Pekerman y Tocalli, y lo sumamos a Pancho Ferraro, campeón mundial juvenil en Holanda en 2005, en el muy buen equipo con Messi y Zabaleta como estandartes. Un dolor inquebrantable representa que se haya tirado por la borda todo así porque sí, con entrenadores que no están a la altura de las circunstancias, con el trabajo a la vista. Batista, Perazzo y ahora Trobbiani. No mencionamos sus currículum, ya que cuando Pekerman asumió tampoco contaba con grandes pergaminos, no hay que correr por ese lado tan soez porque muchas veces hay personas con sobrada capacidad que no le han llegado oportunidades. Es un argumento poco sólido.
Lo que sí es que se privilegió sólo contar con el talento como único artífice del resultado, sin ideología, sin nada, no sale, bueno, probamos más jugadores, probamos y probamos. Charlatanería barata y que el gen argentino haga lo suyo. Ahora no deberíamos preguntarnos por dentro, el por qué los futbolistas no funcionan, porque la muletilla “la responsabilidad no es de los jugadores, es toda mía”, es rimbombante en los micrófonos, resuena como ese padre protector que vela por las salud de sus hijos, pero seguimos inquiriendo, ¿el respaldo del entrenador no debe sostenerse en el trabajo de campo, que los futbolistas se sientan seguros en el césped, con ideas para plasmar ante las adversidades, en la planificación colectiva como sostén teórico y práctico de un proyecto futbolístico?
El tema es que si perdiendo el primer partido, tirás todo por la borda y desde la referencia, la cabeza del grupo pierde los estribos y pone en cancha lo primero que le sale por la cabeza. Nos deshacemos de Alan Ruiz y Ricardo Centurión, pero en el complemento, ya perdiendo, los metemos para ver si nos salvan. En esta esquizofrenia de tres partidos, con qué confianza los futbolistas desarrollan sus aptitudes y cómo hacen para creer en los conceptos de un entrenador que se desdice en los hechos. No hacemos leña del árbol caído con Trobbiani, agarrándonos exclusivamente con él, lo narrado anteriormente representa de modo cabal a los otros ciclos que se sucedieron por las juveniles.
Responsabilidad de la AFA, claro que sí, en darle prioridad a la amistad, a buenos muchachos, que a seguir elevando la vara, ya altísima, dejada por Pekerman y compañía. El prestigio hecho añicos, habría que preguntarle a Humbertito Grondona, subdirector de Selecciones, el por qué le asestaron este cross a la mandíbula a una de las camisetas más respetadas en etapas formativas. ¿Cuál era la idea originaria? ¿Por qué siguen predicando las mismas recetas fallidas? E insistimos no caer en la zoncera de que se acabó el talento en el fútbol argentino, una mentira repetida como loros que quiere tapar inoperancia, atentos, a no comerse ese verso. Nadie podría creer, con una salud psíquica apenas razonable, que Chile, Paraguay y Bolivia, éste último rozando los 18 años, cuentan con mayor poderío que Argentina, sería absurdo.
No salimos con un chauvinismo barato, con la bandera en el pecho gritando el himno, ponemos blanco sobre negro cómo en un puñado de años desmontaron una estructura que afloraba dividendos en todas sus vertientes. Ni una goleada ante Colombia, ni una clasificación milagrosa, taparán los horrores propinados, no desde la mala fe queremos creer sino del pleno desconocimiento, lo cual da más bronca e impotencia. Se los prometimos y cumplimos, no mencionamos la palabra replantear en lo que le pasa al Sub 20. Hay que tirar nafta en el campo, prender una chispa y cuando todo esté arrasado, carcomido, hecho trizas, volver a sembrar.