Ayer vi “Submarino”, del danés Thomas Vinterberg, uno de los co-fundadores del movimiento Dogma 95. En esta película no quedaba nada de aquel celebrado Decálogo ni de los “votos de castidad” que pregonaban, quizá porque fueran flor de un día con la que sólo buscaban generar expectación y publicidad. Lo que sí permanece es todo el drama del cine nórdico y su permanente sensación de culpa y de necesidad de redención. Desde siempre, daneses y suecos han tenido una especial sensibilidad por recrear situaciones duras y agónicas, por retratar sufridores que ahogan sus penas en alcohol, en la droga o en la violencia. La historia se repite una y otra vez, y siempre partimos de una difícil infancia en la que el protagonista quedó marcado por un padre ausente o muy estricto, o por una madre dada a la bebida… para encontrarnos a un niño que creció sin afecto, que aprendió muy pronto que la vida es dura… pero no sólo, que está destinado casi irremediablemente a un día en que diga “yo aquí me bajo…” y entonces el suicidio aparezca en el horizonte.
En esta ocasión, Nick y su hermano vieron de niños cómo su madre borracha les maltrataba, y también cómo se les moría su hermano pequeño –un bebé sin protección– la noche en que quisieron imitar a su progenitora y perdieron la conciencia. Recuerdos grabados a fuego en su tierna memoria y sensibilidad que volverán y una y otra vez. Años después, Nick ha salido de la cárcel tras una vida de violencia –con un aborto incluido en una novia que lo abandonó– pero sigue moviéndose en un entorno no muy saludable; su madre acaba de morir, y el funeral ha supuesto el reencuentro con su hermano, ahora viudo –su mujer murió de sobredosis– y con un hijo al que quiere por encima de todo… menos de la heroína, que le tiene atrapado y le obliga a traficar para ganar dinero para su Martin. Tristes vidas como los dos funerales a los que asistimos, donde todo es culpa y dolor, soledad y llanto por haber equivocado el camino.
En este cine, los cineastas nórdicos demuestran ser especialistas en generar atmósferas frías y asfixiantes, merced a una fotografía que refleja el estado del alma y el individualismo de sus gentes, y también gracias a unas interpretaciones graves y contenidas que apenas dejan entrever sentimiento (aunque lo hay, claro). Son situaciones duras y empapadas de fracaso personal y familiar, donde el padre no está o sería mejor que no estuviera…, donde los Servicios Sociales han pasado a hacer las veces de papá y mamá –es el Estado del Bienestar– y donde una prestación mensual viene a cubrir las necesidades de individuos arrojados al alcohol y la soledad pero no al trabajo. Es el cine del sufrimiento y de la herida sangrante, de la muerte y de la angustia, de la conciencia culpable y del enfado con el mundo y con uno mismo… Y eso lo hacen muy bien.
No hay que irse a Ingmar Bergman (“Saraband”), aunque sea el paradigma de este universo dramático, porque tiene muchos seguidores existenciales… desde Lars von Trier (“Anticristo”) o Susanne Bier (“Hermanos”) hasta el mismo Thomas Vinterberg pasando por Daniel Alfredson (“Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres”), entre otros. Todos respiran el mismo planteamiento y asfixia vital que llega incluso a penetrar en la misma comedia. No son muchas cintas cómicas que llegan a nuestra cartelera, pero incluso “Italiano para principiantes” (Lone Scherfig) o “El jefe de todo esto” (Lars von Trier) esconden un fondo de tristeza, fracaso, soledad… y sus personajes causan pena y compasión. Me gustaría ver una comedia nórdica de verdad, optimista y con chispa, luminosa y con personajes que sonríen y le plantan cara a los problemas de la vida (aunque hondura humana la tienen, todo hay que decirlo)… aunque entonces quizá ya no estaríamos hablando de cine nórdico, sino de cine americano con apariencia de nórdico (es el caso de las últimas de Susanne Bier, aunque se trate de dramas). Por eso, todavía espero esa comedia.
En las imágenes: Fotogramas de “Submarino” – Copyright © 2010 Nimbus Film Productions. Distribuida en España por Golem. Todos los derechos reservados.