Tres chicas, dos chicos, tres voces, dos violines, guitarra, bajo, batería, doom metal y un gran disco titulado “More Constant Than The Gods” son los culpables, entre algunos más, de que mi lista metálica de 2013 fuera del todo incompleta (y ya adelanto aquí que, dada la importancia de los “olvidos”, a finales de este mes subsanaré el error publicando una lista definitiva y algo más extensa). También son los culpables de que buena parte de las horas de los días de este nuevo año las haya pasado sumergido en las oscuras, profundas y mágicas redes del doom y el sludge metal de SubRosa.
Una de las cosas que más me llamó la atención al escuchar por primera vez a SubRosa fueron las voces, y en especial la de Rebecca Vernon, que tiene una especie de encantador aire amateur al cantar que me recordó a algunas bandas femeninas de rock alternativo de los noventa y últimos ochenta (L7, Babies In Toyland…), y que en los momentos más tranquilos puede sonar hasta naïf mientras que en los más aguerridos puede llegar a recordar a Courtney Love (aunque muy lejos del torrente de voz que se gastaba la de Hole). Otra cosa que llama la atención (es marca de la casa) y atrapa irremisiblemente al oyente es el contraste de los violines con las ásperas y pesadas (pero también hermosas) guitarras de
(también) Rebecca, con cuyos aguerridos y monolíticos riffs hacen un contrapunto perfecto amén de crear algunas atmósferas de gran belleza. También es destacable la predilección por la música folk que se puede apreciar en varios de los cortes, y que es patente, por ejemplo, en “Fat Of The Ram”, un tema completamente folkie distorsionado sin embargo hasta terminar convertido en una canción casi post metal. El disco está lleno de momentos mágicos y especiales (el delicado y elegante inicio de “The Usher”, la sublime sección final de “Gods Of A Dead Empire”, el sonido proto doom de “Cosey Mo”, o la belleza de la postrera “No Safe Harbor”, canción en la que todo es mágico y especial…) que se van sucediendo a lo largo de sus extensos cortes (entre los 7 y los 14 minutos) plagados de cambios de ritmo y de atmósferas y ambientes diferentes, y que logran que descubras nuevos matices con cada escucha haciendo que éstas pasen inesperadamente como un suspiro. Os dejo con “Cosey Mo” por ser la menos extensa y más inmediata de todas las canciones, pero os animo a ir más allá y sumergiros en este disco al completo para disfrutar de una canciones y unos sonidos que os pueden sorprender. No creo que haya que ser aficionado al metal para disfrutar de este disco, basta con prestarle la atención que requiere y merece.