Para mejorar la calidad de vida en las ciudades hace falta reducir el número de coches. Si la gente compra menos coches, los fabricantes de coche tienen menos ganancias. Al tener menos ganancias, despiden a sus trabajadores. De esta forma la calidad de vida en las ciudades queda incompatible con el bienestar de los trabajadores de las plantas de producción automovilísticas (o de las plantas de carbono, o del sector de la construcción…). Así que a corto plazo nos favorece que todo se quede tal como está.
Pero que a mi me gusta pensar a largo plazo. Me gusta la idea de que podamos construir un mundo más justo y se me ponen los pelos de punta al pensar que el dinero de mis impuestos se invierta en mantener un modelo económico que ha demostrado que es insostenible a largo plazo. Insostenible en el sentido de que no lo podemos sostener, físicamente, porque no quedarán recursos para abastecernos. Por lo tanto las subvenciones públicas, tanto las directas como las indirectas, que aseguran la supervivencia de industrias obsoletas/en declive son una inversión irresponsable. Por supuesto que bajando los costes de las contrataciones, manteniendo estable el precio de los productos sirven para mantener el empleo de las personas afectadas y las ganancias de la industria en cuestión. Sin embargo esta estrategia también impide que se puedan desarrollar alternativas tanto para la industria en cuestión como para los trabajadores.
La diferencia entre producir un coche o un generador eólico
Para fabricar coches son necesarias plantas de producción de coches. Los trabajadores tienen trabajos técnicos como montar piezas de coches. Se dice que sin la industria automovilística ellos no tendrán salida en el mercado laboral. Debido a esto las fábricas reciben subvenciones.
Para fabricar generadores eólicos y luego aprovechar el viento como fuente de energía renovable son necesarias las plantas de producción de los generadores. Los trabajadores tienen trabajos técnicos como, por ejemplo, montar las piezas de los generadores. Un generador eólico no es lo mismo que un coche, pero dudo que alguien que sepa montar coches no pueda aprender a montar un generador eólico. Pero recortando las subvenciones de este sector tampoco ya no hay dinero par recapacitar trabajadores para este sector.
Los intereses de pocos y los miedos de muchos
Por supuesto si soy dueño de una empresa automovilista no quiero que mi empresa se quede obsoleta. Por ello haré todo lo posible para conseguir que se sigan produciendo y vendiendo coches. Aunque sea a coste del estado. Y la realidad es todavía más complicada: no es una persona la que decide a dónde va este sector, sino que cada gran cambio tiene que ser aprobado por los accionistas. Y de repente empresas que hace años estuvieron orgullosas de poder movilizar capital a partir de la venta de acciones se ven perjudicadas por el miedo de las masas.
Los accionistas no quieren afrontar el riesgo de que sus acciones de repente valgan menos (o no, es que no se sabe).
Los trabajadores tienen miedo de cambiar a un trabajo que todavía desconocen.
Los políticos tienen miedo de la reacción de todos.
Y este miedo es lo que ralentiza la sociedad: el miedo al cambio, el miedo al “qué dirán” y el miedo a la responsabilidad de haber sido el autor de una idea. Así que la próxima vez que encuentras una buena idea: analízala, defíéndela, hazla realidad. Citando desde twitter: “RT @EsCosaDeJovenes: Si realmente quieres hacer algo, encontrarás una manera, si no, encontrarás una excusa.” ¿Pero hasta cuando?
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Foto: Maia C / flickr