¡Abajo los tópicos! Algunas palabras referidas este simpático animal se utilizan como sinónimo del adjetivo sucio: por ejemplo cerdo, marrano, puerco, guarro, cochino...; algunas de ellas son palabras verdaderamente malsonantes y se utilizan en tono despectivo.
Los humanos somos desagradecidos. Porque esas mismas palabras, usadas como sustantivo, designan uno de los animales domésticos más útiles a la especie humana; un animal doméstico que ha sido tomado injustamente como viva representación de la suciedad.
Es injusto echarles la culpa solo a los animales, porqué donde hay cerdos sucios, hay cuidadores o dueños "marranos". Entre los animales, ya sabemos que nada es bueno ni malo, recto ni torcido, sucio ni limpio, esta es una característica humana.
Si el cerdo busca (desesperadamente) con el morro en un estercolero es, sencillamente, porque entre las substancias que el hombre ha desechado él puede encontrar alguna útil para su nutrición. Lo que habíamos rechazado como repugnante, el cerdo nos lo devolverá cómo carne apetitosa.
Desde épocas muy antiguas el cerdo ha sido domesticado por el hombre. Probablemente su antecesor, en estado salvaje, sea el jabalí. Entre la infinidad de razas porcinas, se procura hoy en día seleccionar su dieta de modo que se reduzcan las partes grasas del animal, en beneficio de las partes magras. Dichas razas se distinguen por la coloración, el tamaño de las orejas, la longitud del hocico y la longitud de las patas.
El cerdo pertenece al orden de los ungulados con número par de dedos, al suborden de los no rumiantes. Su alimentación es omnívora ¡se lo come todo, el muy cerdo!.
Entre los riesgos de la cría de cerdos, hay que tener muy en cuenta la existencia de un temible parásito: la triquina, que en los humanos puede ser causa de enfermedades muy graves. Por eso, a la cría del cerdo se le debe prestar una máxima atención sanitaria.