Por Juan Pablo Serra
Lo primero que recuerdo del mundial 82 fue la goleada 10 a 1 de Hungría a El Salvador, también los cortos televisivos de Clemente con el hincha de Camerún y la existencia de un país de nombre Argelia.
En ese mundial, el equipo de este castigado país del norte de África venció a la poderosa Alemania Federal. También se convirtió en el único equipo en la historia de los mundiales que no pasó de la primera fase a pesar de haber ganado dos de los tres partidos. Y esto ocurrió gracias a un sugestivo 1-0 de los germanos sobre Austria, que era el único resultado que clasificaba a ambos países europeos (que alguna vez fueron uno).
En el 86 pasó Argelia sin pena ni gloria por México, salvo por el gol de Djamel Zidane (originario de la misma región que ZZ).
Pasaron 12 años para que Argelia tenga nuevamente un lugar en el mundo futbolístico. No fue la clásica camiseta verde sino una de color azul, con el 10 en la espalda. La lucía el mejor jugador de la era post-Maradona, Zinedine Zidane, que a pesar de ser francés tiene la sangre argelina por parte de padre y madre.
Francia y Argelia son dos países hermanos y enemigos. 130 años duró la ocupación francesa, desde 1830 hasta 1962. Mientras Garrincha brillaba en Chile los argelinos derramaban sangre en busca de su independencia.
Este año vuelven al fútbol grande. Y el destino quiso que la colonia tenga que luchar en el mismo grupo contra Inglaterra y Estados Unidos, los poderosos los imperios de los siglos 19 y 20. Allí estarán los guerreros argelinos ofreciendo su resistencia en busca del objetivo de la clasificación.
Cuando esto ocurra, se fundirán en un abrazo Manu Chao (que muchas veces sale al escenario con la camiseta de Argelia) y Khaled (brillante exponente de la música raï argelina), mientras De Gaulle en su tumba deja escapar una sonrisa.