Por Omar Cerieldín
En la mañana del domingo había visto Alemania-Inglaterra. Lo hice mientras ojeaba el diario y tomaba mi acostumbrado té de durazno. En el entretiempo puse el pollito al horno –ya es cábala, lo había hecho con Nigeria- mientras mis mujeres descansaban. Los Colonialistas se volvieron a la isla y yo comencé a poner la mesa. Como un buen hombre moderno. No soy todo nostalgia, también evoluciono. Soy un experto en quehaceres domésticos.
Después de almorzar hicimos la sobremesa. Mi perra lucía la bandera argentina en su lomo. Invité –sobre las tres de la tarde- a un amigo adicto a la coca, Branca. Con él compartí el partido. Estaba tranquilo pero, otra vez, lloré el himno. Me pudo de nuevo.
Los primeros minutos me parecieron lógicos. México iría al todo o nada. Me puse un poco colorado con el gol en posición adelantada de Tevez, aunque me tranquilizó. Me regocijé con Higuaín porque, más allá del error del defensor, demostró extraordinaria calidad. Al terminar el primer tiempo imaginé que en el segundo haríamos tres más. Yo había apostado a un 5 a 1 como resultado final. Y los segundos 45 minutos tuvieron una gran emoción, el zapatazo de Tevez. Después fue entregarse a la buena de Dios. ¿Por que los equipos de argentinos cuidan un 2 a 0? ¿No habría que tratar de meter seis? México nos cagó a pelotazos. Niembro comentaba y decía que era el partido más tranquilo que había visto para Argentina. ¡Estamos todos locos! ¡Les dimos la pelota! Esta actuación fue una regresión del equipo nacional.
Sigo ilusionado, porque soy argentino y quiero ver a mi selección campeona. Apelo a la serenidad e inteligencia de Maradona. Debe ver los errores cometidos y corregirlos. Ojalá –ahora que se viene en serio- aparezca el mejor jugador del mundo, Di María y todos los que puedan actuar.
Alemania no es imbatible, pero podrá derrocarla la mejor versión argentina. Además las oportunidades están intactas. Hay que hacer las cosas bien. Yo no le tengo miedo a Alemania, temo que otra vez nos equivoquemos. Es un partido para ganarlo en los 90 minutos. Tenemos mejor materia prima que ellos, seamos inteligentes…
Sigo siendo hincha con emoción y esperanza.
A aquellos que no gritan los goles y me dicen pecho frío, les contesto: me tomé la temperatura y es normal. Para asegurarme me hice un electroencefalograma y mi cabeza está perfecta. El Cuore, impecable. ¿Los pecho caliente, no se habrán quemado? ¿Tendrán bien la cabecita? ¿ Tienen corazón? Son interrogantes que comparto con ustedes, los sanos hinchas de la selección Argentina.
Mi amigo Branca me acompañó hasta el final. Mi perra me sonrió y me prometió con su lenguaje de “cola” que, si Argentina sale Campeón, me habla. Estoy muy ilusionado….