De nuevo en ruta, soy un céfiro inquieto que hallara su solaz en la vida trashumante. Abandono ya el seguro refugio de ñúes de cola blanca y cebras de montaña en el P.N Mountain Zebra con destino a Tsisikama.Me llevo el recuerdo de aquellos cuadrúpedos esquivos, amén de algunos antílopes oryx, elands, kudus...
Clavo mis retinas en el nuevo horizonte, que es como una franja divisoria ignota y siempre apasionante. El camino sudafricano trazado está sembrado de pavorosas acacias, dotadas de unos espeluznantes "pinchos-espinas" afiladísimos, capaces de reventar los neumáticos de un coche.
Disfrazan su impostada inocencia vestidos de blanco. Pero esas falcatas que blanden entre sus ramas pueden provocar verdaderos estragos. Hace tan solo un instante he sorprendido a un babuino encaramado entre el laberíntico enjambre arbóreo. No sé si es imprudente o inmune al dolor...El camión en el que viajamos toma rumbo a Port Elizabeth, donde me regalo la vista contemplando ya retazos paisajísticos del Océano Pacífico. Es muy bonita la zona playera donde me alojo, en la surfera localidad de Jeffrey´s Bay.
Es una zona acomodada, cónclave de surferos que llegan al encuentro de las olas para mantener un acrobático romance de peripecias y destreza cabalgando entre salitre y espuma.
Las olas, cuando rompen contras las rocas y farallones, estallan como hídricas supernovas alcanzando una altura de varios metros. La vista se me va acostumbrando a un estampado de costas y acantilados, que alcanzan su cénit en las preciosas, enormes y comodísimas cabañas de madera junto a la playa en el P.N. Tsisikama.
El nombre, Tsisikama, se me antoja nipón, como de ínclito soberano japonés. En esta reserva marina, la primera de Sudáfrica, se pueden encontrar multitud de variedades de plantas y orquídeas salvajes diferentes. En cuanto a la fauna, mi primer encuentro tiene como anfitrión a una tríada de curiosos damanes, que me observan con descaro, esperando acaso a que de mis manos emerja, birlibirloque, alguna clase de alimento.
Estos simpáticos animalitos, menudos, como roedores "creciditos", son el pariente más cercano del elefante. Ver para creer....He mencionado la visión gloriosa y apoteósica del oleaje enaltecido y rugiente. No menos interesantes son también las caminatas por los senderos que atraviesan densas zonas forestales. Pero para disfrutar de esta dádiva de la naturaleza, nada mejor que acercarse hasta los tres puentes colgantes y disfrutar del paisaje.
Estas formidables estructuras en suspensión se mueven ostensíblemente y contemplan el vacío desde una cierta altura, pero la sensación de temor o aprensión es nula. Finaliza por hoy esta crónica viajera con el regalo de esta preciosa cascada, más allá de un tortuoso y complicado sendero. El punto y final merece la pena...