Así comienza la tercera parte de la boda. Con la novia y su padre, con la novia y el novio. Con un baile probablemente ensayado y una canción meditada, escuchada, escogida.
Hasta aquí todo guarda encanto, romanticismo a mares, magia envuelta por luces y miradas y aplausos…y sonrisas cómplices.
Pero lo peor de nosotros está por llegar. Ese momento en que el protocolo pasa definitivamente al olvido y sale nuestro alter ego fiestero, ese del que renegamos, ese que negaremos con convicción a todo aquel que no fuera testigo directo.
Ese yo no es hortera en su hábitat natural, pero cuando la canción pegadiza comienza a tocar sus primeras notas, los pies se van y con ellos el resto del cuerpo. Llega el estribillo y se viene arriba…está perdido.
La playlist de hoy es una reivindicación para la música de las bodas. Es un no rotundo a las canciones horribles que jamás escucharíamos en estado de no-boda. Es un no rotundo a las canciones de baile social y en comunidad. Es un si rotundo a la diversión, a las risas, a las canciones “de nuestra época”, a los grupos que marcaron nuestra juventud, a la música de calidad o a la que escuchamos como mil veces en la radio mientras hacíamos los deberes.
Amantes del Tiburón, del Follow the leader, del waka-waka, de paquito el chocolatero, y de otros tantos greatest hits, no nos odiéis a Andrea y a mi por la elección de hoy, pero Radio Futura, Alaska o El último de la fila marcaron mucho.
Comenzamos por 7 posibles entre otras 100 que podría deciros, así que otro día más.
patricia