Toledo, desde el mirador de la Virgen del Valle, es como un sueño inalcanzable, como un espejismo en el que parece que no se puede vivir, que no se puede transitar; desde la angostura de un cobertizo, en una noche de luna, es alucinación que calla, víspera de una palabra nunca dicha; es plegaria junto al muro de un convento; discurso “fugitivo que permaneces y dura”, como del Tiber dijo Quevedo, en este Tajo que, desde San Servando a Galiana, se va deshaciendo del más amoroso de los abrazos.
José García Nieto. 1968