Pina Bausch, la conocida coreógrafa alemana desaparecida hace año y medio, decía en una de sus últimas entrevistas que había vivido historias de amor increíbles. “Han sido capítulos de mi existencia que han marcado mi vida personal y me han dado mucha felicidad. Pero cuando me preguntan si he sido feliz, digo que lo que he sentido casi siempre son sentimientos encontrados: felicidad mezclada con preocupaciones. Pienso que a veces esa sensación tan fantástica queda guardada bajo lo cotidiano. Como escondida”. Simon Rattle escogió dos obras que albergan este sentimiento en su estadio más profundo para inaugurar la temporada de conciertos de la Orquesta Filarmónica de Berlín. La programación contempla la ejecución de la práctica totalidad de la obra de Gustav Mahler, a quien opondrá obras que la complementan y contextualizan. Para esta Primera Sinfonía ha optado por la Cuarta Sinfonía de Beethoven, señalada como la más romántica de todas las suyas.
Profundos paralelismos pueden descubrirse entre estas dos obras. Ambas poseen un comienzo misterioso, Mahler en La y Beethoven en Si. Los temas se entrecruzan y, como en el último movimiento de Beethoven, apenas puede distinguirse uno preponderante. Los dos compositores abordaron la obra en momentos de tribulación en sus vidas. Beethoven confesaba que su estado estaba “ahora y por momentos alegre, en otros triste, esperando saber si el destino nos oirá o no”, asediado por pensamientos de fatalidad y fracaso en sus amoríos con damas de la alta aristocracia vienesa: amores imposibles, destinados a desaparecer sin remedio. Mahler, a sus veinticuatro años, acababa de salir de sus primeras decepciones amorosas serias: Johanna Richter, una bella soprano con quien coincidió en Kassel, y Marion con Weber, judía como él, casada con el nieto del compositor Carl Maria von Weber, autor de Der Freischütz (El cazador furtivo), de quien se enamoró perdidamente en el tiempo que permaneció en Leipzig.
Después de apreciar el brillo de la cuerda berlinesa en el segundo movimiento de la sinfonía beethoveniana, y del especial desarrollo que le brindó al cuarto y último, Rattle se adentró en ese famoso y atmosférico acorde en La, en completa suspensión, con que se abre la Primera Sinfonía de Mahler. El aire pastoril de la primera incursión melódica se produce lentamente, como desperezándose en esos primeros instantes de cualquier amanecer, cuando ya pueden oírse los primeros trinos de los pájaros. Entre los pentagramas de este primer movimiento podemos encontrar algunos: un cuco, por ejemplo, piolando en un intervalo de cuarta descendente. El compositor evoca la naturaleza que le acompañaba cuando, siendo estudiante del Conservatorio de Viena, huía del jolgorio de la ciudad para refugiarse entre los árboles de los bosques cercanos. Allí, en soledad, daba rienda suelta a sus pensamientos melódicos y se zambullía en los escritos de Goethe, Nietzsche, Schopenhauer, Dostoievski o Hölderlin. Este primer movimiento recoge el motivo del lied Ging heut’ Morgen über’s Feld, de su ciclo de canciones “del camarada errante”, donde criaturas del bosque salen a su paso para cantarle “¿No es éste un mundo espléndido?”. Las distintas atmósferas que se van sucediendo remedan un paseo por el bosque, hasta que se diluye en un primer crescendo de la cuerda hasta finalizar en el metálico estallido del tutti orquestal. Un vals que suena como a empellones abre el segundo movimiento, hasta que la llegada al Trio le confiere la delicadeza que ahora se toca con inconfundible aire vienés, apoyado en una frase ingrávida del clarinete. La melodía del comienzo irrumpirá de nuevo, contagiada por la perfección formal anterior, y desaparecerá entre el frenesí final de los metales.
Grabado del funeral del cazador, de Jacques Callot
Lo que viene a continuación es quizá la metáfora más descarnada de lo que Mahler ha experimentado como vida. Los timbales abren algo que parece el ritmo grave y pesado de una marcha fúnebre. De repente, una lastimera frase del violonchelo se abre paso hasta dibujar la melodía de la popular canción infantil Frère Jacques. El conjunto avanza inexorable, como en un cortejo fúnebre que no puede evitar un tono burlesco e irónico. Un grabado del pintor francés Jacques Callot, que inspiró al compositor, muestra la escena surrealista del féretro de un cazador acompañado por los animalillos del bosque hasta la tumba. Una sonrisa en medio del dolor. El amor de Johanna Richter o Marion von Weber, mezclado con el recuerdo de su hermano Ernst, a quién acompañó sus últimos meses de vida antes de que muriera de fiebres reumáticas, contándole historias fantásticas para distraerle, como la de esos animalillos del bosque. La vida, para Mahler, ya se asemejaba entonces a una canción infantil tocada a ritmo de marcha fúnebre.
El arpa interrumpe la comitiva y la oscura escena comienza a clarear, como un cielo encapotado que abre para que se filtren los primeros rayos de sol. Todo el movimiento retoma la melodía del lied, también en el ciclo del “camarada errante”, Die zwei blauen Angen von meinem schatz. La ruptura da paso a la frase Auf der Straße steht ein Lindenbaum, apoyada en los violines, que evoca un paseo extraño, otra vez por el bosque, durante el cual se tumba a descansar bajo un tilo. Un recorrido que hizo aquella noche de fin de año, cuando dejó entre lágrimas el hermoso semblante de Johanna Richter, con su amor roto por la imposibilidad material que lo rodeaba, mientras las campanas de la iglesia próxima doblaban de alegría. “Toda la noche ―le escribirá a su amigo Fritz Löhr― lloré en mis sueños”.
Auf der Straße steht ein Lindenbaum,
Da hab’ ich zum ersten Mal im Schlaf geruht!
Unter dem Lindenbaum,
Der hat seine Blüten über mich geschneit,
Da wußt’ ich nicht, wie das Leben tut,
War alles, alles wieder gut!
Alles! Alles, Lieb und Leid
Und Welt und Traum!Un tilo se alzaba al lado del camino
¡allí, al fin, hallé descanso en el sueño!
Bajo el tilo,
que derramaba sus flores sobre mí,
¡supe que todo en la vida continuaba
volvía a ser bueno!
¡Todo! ¡Todo¡ ¡Amor y tristeza,
y mundo y sueño!
Apenas el movimiento se diluye en los pulsos de la marcha fúnebre, Rattle lo une con el estruendo que abre el último movimiento: un estallido de violencia, de rebeldía, que está llamado a prevalecer sobre los demás. Hay algo de desesperación en estos compases, como si no fueran suficientes para expresar lo que el compositor desea. Aquí, la música se vuelve paradójicamente débil hasta abrirse a la bellísima melodía de la cuerda, evolución de un movimiento, Blumine, que Mahler añadió a la Primera Sinfonía original. Aquellos compases estaban inspirados en la plenitud de su sentimiento por Marion von Weber, “la clase de mujer que le tienta a uno a hacer tonterías”, confesó por entonces a su amigo Fritz. Un buen día la esperó en la estación de tren con los dos billetes en la mano, pero ella nunca apareció. Aquella música encerraba la gran dicha del compositor, la más digna de ser recordada. Cuando se esfumó, aquel recuerdo pasó a ser esta cita en medio del movimiento, que crecer en intensidad hasta estallar en el desgarro estremecedor de una aspiración perdida, que Rattle de encarga de subrayar con una furia que sale de lo más hondo del alma. La pena desaparece en la fanfarria triunfante final de los metales. El sonido vuelve al susurrante La del comienzo, se oyen trompas lejanas. El movimiento se despierta de un sueño; unos compases que caminan en una bruma que no se despeja hasta que unas trompas tapadas se levantan de su asiento para desparramar su sonido traslúcido por encima de todo el tutti orquestal.
Mahler en 1889, año del estreno de su Sinfonía nº1, con su orquesta de la Ópera de Budapest
Orquesta Filarmónica de Berlín, Sir Simon Rattle (dir.) Sinfonía nº 4, de Ludwig van Beethoven. Sinfonía nº 1, de Gustav Mahler. Philarmonie, Berlín, 27.8.10. Transmisión en directo a través de Digital Concert Hall, el canal de conciertos de la Filarmónica de Berlín por Internet. Se puede volver a visionar en la sección Archivo (se necesita pay-per-view: pase 24h 9,90€, pase 30 días 29€, pase 12 meses 149€): http://www.digitalconcerthall.com/en/concert/1735
Para saber más:
- Christine Schäfer canta Auf der Straße steht ein Lindenbaum en arreglo para cuarteto de cuerda de Arnold Schönberg: http://www.youtube.com/watch?v=5sDaORaqQwg
- Toda la obra recogida en la Gustav Mahler Edition de Deutsche Gramophon: http://open.spotify.com/album/4hCXFg6FVciIytMw4fouZU