Lo único que tienes que hacer es silbar
En 1969, Woody Allen publicó una obra de teatro llamada Play it again, Sam (que aquí se tituló Aspirina para dos). Cuando se estrenó en Broadway permaneció dos años en cartel y su paso al cine se produjo poco después, en 1972, de la mano del director Herbert Ross, con guión adaptado por el propio Allen. La historia está llena de brillantes diálogos y es un gran homenaje a Casablanca (1942) y al mismo Humphrey Bogart, como ya se puede intuir en el título original con una de las frases míticas de la película. El protagonista de la historia es un tipo de 29 años llamado Allan (Woody Allen) que se dedica a escribir en una revista cinematográfica. Su ídolo es Bogart y tiene todo su piso lleno de fotografías suyas y de los carteles de sus películas. Mismamente, al empezar la película le vemos en una sala de cine totalmente embobado con el final de Casablanca. Y debido a que su pareja, Nancy, le acaba de dejar después de dos años de convivencia, tendrá que superar sus nervios (siempre está tomando aspirinas) y volver a quedar con mujeres, algo que le resultará muy complicado a causa de su inseguridad ante la manera de mostrarse natural ante ellas. Por eso siempre se le aparecerá Bogart (Jerry Lacy) como una alucinación, dándole consejos vitales en sus citas.
Y ya que no para de pensar en Nancy (que también la verá como una alucinación) unos amigos suyos, Linda (Diane Keaton) y su pareja Dick (Tony Roberts), no dudarán en ayudarle a encontrar alguna mujer para que se olvide de ella. Aunque, más adelante, Allen y Linda empezarán a sentir algo más que amistad. Ambos se llevan muy bien y él actúa ante ella de forma natural ya que sabe que es su amiga y no tiene que conquistarla. Pero la primera cita que le consiguen conlleva al momento más cómico de la historia, donde Allen saca todo su arsenal de gestos y de posturas un tanto exageradas para contener sus nervios ante su posible primer ligue. Su interpretación cómica le debe mucho al cine mudo, como también se puede ver en la descacharrante La última noche de Boris Grushenko (1975). Pero en esta película, a parte de disfrutar con la bis cómica de Allen ayudada por su aspecto físico de entonces, hay frases y diálogos para recordar, como cuando él comenta: "Me encantaba estar a su lado en la cama y verla dormir. De pronto se despertaba, me miraba, y lanzaba un grito". O el diálogo en un museo entre él y una chica, en el momento en que él se le acerca para probar suerte y ella le describe extensamente un cuadro con una visión totalmente pesimista y luego él le dice: "¿Qué hace el sábado por la noche?" y ella le dice "Me voy a suicidar", a lo que él le contesta: "Pues el viernes por la noche".
La historia está narrada de forma muy ágil y el director acierta en la manera de resolver todas las situaciones. Tanto las historias que se imagina el personaje de Allen como las apariciones del falso Bogart están muy bien llevadas y son una parte muy importante de la película. Los diálogos entre Allen y Bogart son impagables, sobre todo en la escena en que él está con Linda en el sofá y Bogart está al lado diciéndole a él que se acerque más a ella y la bese. Es un momento crucial y muy cómico. La fotografía de Owen Roizman (nominado cinco veces en los Oscars) tiene bastante mérito ya que sabe enfocar a Bogart de una manera misteriosa. Y el tándem Keaton-Allen es fenomenal y supuso la primera película que hicieron juntos, aunque después repitieran en varias ocasiones, como al año siguiente con El dormilón. Tony Roberts volvió a aparecer en otras películas de Allen y en esta película tiene un papel curioso porque es un hombre de negocios que no para de hablar por teléfono en todos los lugares donde se encuentra. Y el final de la historia es también un clásico.
"Una comedia muy bien dirigida donde vemos a Humphrey Bogart dando consejos para ligar a un tipo que no tiene suerte con las mujeres"