¿Notas que en ciertas épocas, como en verano, algunas zonas de tu piel se resecan, irritan, enrojecen, pican y hasta escuecen sin motivo aparente? ¿O tal vez sabes por qué ha sido pero no sabes cómo hacer desaparecer esas molestias? Te voy a contar por qué te ocurre eso y, mejor aún, qué solución le puedes dar.
Desde muy pequeña he sufrido las típicas “alergias de contacto” provocadas por metales y otros materiales (los pendientes malos que me inflamaban el lóbulo de la oreja, los collares que hacían que se me irritara y me picara el cuello, la piel del melocotón que me enrojecía la zona alrededor de la boca…). Algo que he aceptado con resignación hasta que he descubierto, gracias a la información de Ducray, que se trata de una dermatitis atopica que además puede mejorarse notablemente.
Puede que hayas oído hablar del eczema, una enfermedad de la piel que afecta a relativamente pocas personas pero que es molesta por sus síntomas: inflamación y enrojecimiento de la piel, picor y escozor. Dentro de esta definición tan genérica, que engloba entre otros el eczema del lactante (tal vez más conocido), se encuentra el eczema o dermatitis atópica. Normalmente, esta aparece en la infancia y con menos frecuencia en adultos, pero eso no quiere decir que no pueda aparecer en edades más adultas y de manera más o menos repentina.
Las causas pueden ser muchas: estrés (aunque es la menos habitual), herencia genética, sudoración, o alergias de contacto, por ejemplo. Pero lo que más nos interesan son las formas de mejorar los síntomas, ya que la dermatitis atópica no se cura en la mayoría de los casos, pero sí se puede mejorar:
Intentar evitar las situaciones de estrés prolongado, pues pueden empeorar el eczema atópico. Esto en ocasiones es complicado por el estilo de vida que llevamos actualmente, pero hay cosas que ayudan: hacer ejercicio de manera regular, intentar dormir bien, practicar técnicas como el yoga o la meditación, aprender a respirar correctamente…
Darse duchas rápidas, con agua templada (nunca muy caliente) y usando un jabón para pieles atópicas, para evitar agredir y resecar la piel.
Aplicar en la piel productos hidratantes, emolientes y nutritivos que combatan la sequedad y, en consecuencia, la irritación y el picor. En ocasiones puede ser necesaria la aplicación de medicamentos tópicos que contengan corticoides (siempre recetados por un especialista como el dermatólgo).
Evitar el contacto con las sustancias que nos provocan la irritación si se trata de una dermatitis de contacto: joyas, cosméticos, ciertos tejidos…
Usar prendas de tejidos naturales y que transpiren, para evitar una sudoración excesiva.
Reducir el uso de suavizantes y utilizar detergentes hipoalergénicos a la hora de lavar nuestras prendas y ropa de hogar.
En definitiva, se trata de usar un poco el sentido común y usar los productos adecuados para evitar o mejorar los síntomas de una enfermedad que, aunque no sufra una gran cantidad de población, es totalmente normal.