La vida de la pequeña Coraline no es color de rosa: su madre es demasiado estricta y dispara prohibiciones a cada momento; su padre siempre está demasiado ocupado para atenderla, además de cocinar unos platillos extraños e indigestos; sus vecinos no la escuchan y ni siquiera pueden pronunciar su nombre de forma correcta: la llaman Caroline, por más que ella insista en corregirlos. Sin embargo, a Coraline no le acongojan estas contrariedades. Por sobre todas esas cosas se impone su pasión: la de explorar, la de descubrir lugares, objetos, animales y cosas insospechados.
Cuando, junto a su familia, Coraline se muda a una vieja y enorme casona, lo primero que hace, ya podemos adivinarlo, es inspeccionar la construcción. El misterio no tarda mucho en hacerle un guiño: de las catorce puertas de la casa, trece pueden abrirse con normalidad, mientras que una no cede. Cuando al fin consigue asomarse del otro lado, con ayuda de su madre, se da cuenta de que detrás de la puerta sólo hay una pared de ladrillos. La aventura, claro está, no termina ahí: cuando, sin explicación posible, la pared desaparezca y Coraline pueda acceder a ese nuevo camino, descubrirá un mundo inquietante donde, sin embargo, todo parece demasiado perfecto. ¿Qué peligros acechan tras tanta excesiva amabilidad y complacencia?
Hola hola. No, no he muerto
Mañana, y si tengo tiempo, porque si algo me falta es tiempo, espero traeros la reseña de un libro que me ha encantado
¿Qué os parece mi lectura actual? ¿Habéis leído este libro? ¿Y al autor? ¿Me recomendáis algún otro libro suyo que os haya gustado? Contadme, contadme.
¡Besitos!