El día 1 de agosto, es decir, hoy, se celebra el Día Mundial de la Lactancia Materna y durante toda esta semana van a estar teniendo lugar diversas actividades tanto en Internet como en todo el mundo. El año pasado aporté mi granito de arena explicando por primera vez en voz alta por qué no acudí a un grupo de lactancia antes de que la lactancia de mi hijo mayor se fuera la garete. Este año, por fin, puedo participar con una experiencia actual, muy positiva y llena de ilusión, porque el nacimiento de mi segundo hijo en abril de este año me ha traido, entre otros muchos regalos, el poder disfrutar de la lactancia materna.
Hay muchos temas de los que me queda todavía por hablar, lo iré haciendo con el paso del tiempo… Me ha costado decidirme por uno de ellos para un día tan especial como hoy, pero finalmente he decidido que para celebrar el día lo mejor es mandar un mensaje de esperanza y optimismo a todas aquellas mujeres que, como yo, fracasaron en su primera lactancia y se plantean qué sucederá cuando tengan un nuevo bebé.
En estos tres mes y algo de lactancia, varias personas me han dicho que tenía mucho mérito que yo hubiera intentado dar el pecho de nuevo y que además lo hubiera hecho con tanto entusiasmo, poniendo tanto empeño en salvar los problemas que tuvimos al principio. Desconozco si estadísticamente la mayoría de las mamás que tuvieron problemas para amamantar a su primogénito directamente ni lo intentaron con el segundo pero, con el corazón en la mano, pienso que lo mío no tiene mérito ninguno, por una razón bastante simple: mi lema es que siempre hay una segunda oportunidad.
Es cierto que hay mujeres que tienen problemas reales, que les impiden dar el pecho, pero son las menos. Para el resto, puedo dar fe de que para que una lactancia funcione sólo hace falta mucho empeño y mucha ayuda. Son dos variables complicadas porque es fácil sucumbir por el camino cuando los problemas se hacen bola, más cuando tienes otro hijo al que cuidar. Y no hablemos de la falta de ayuda, está claro que sin un buen asesoramiento hay dificultades que dificilmente podremos resolver. Pero, teniendo claro lo que necesitamos, se puede conseguir, ¡claro que se puede conseguir!.
La forma en la que yo superé el fracaso de mi primera lactancia fue teniendo muy claro, repitiéndomelo las veces que fuera necesario, que todas aquellas dificultades que experimentamos no tenían por qué volver a repetirse. Cada bebé es distinto, cada experiencia es distinta, nosotras hemos cambiado. Y así fue, tal cual lo imaginaba. Ciertamente, mis hijos tenían en común abrir poco la boca y la tendencia a meter los labios para dentro (Bebé lo sigue haciendo, de hecho) pero en lo demás su forma de mamar no se parece en nada. Bebé nació con muchas ganas de lactar, una succión potente, todo lo contrario que su hermano. Para mi fue un estímulo, no sólo por ver que el niño deseaba tanto el pecho, sino porque era la clara demostración de que no íbamos a volver a pasar por aquello tan duro de un bebé que no tiene ganas de comer ni interés alguno en mamar, que pierde muchísimo peso, que cada vez está más dormido…
Cada mujer debe decidir qué desea hacer. Entiendo que, tras una experiencia traumática, no queden ganas de volverlo a intentar. Pero si tienes dudas, si no acabas de decirte por volver a intentarlo o no, recuerda que con cada niño partimos de cero. Siempre puedes probar, daros una oportunidad. ¿Y si funciona?.
Mucha fuerza a todas las que alguna vez lo intentásteis y no pudísteis. Este también es vuestro día.