Fue el capitán Cook quien, durante su segundo viaje a bordo del HMS Resolution, vio por primera vez a este curioso animal. Dos científicos de su tripulación, Johann Reinhold Foster y su hijo, lo describieron para la ciencia en una publicación de 1777, y un tercer tripulante, el artista y naturalista Sydney Parkinson, fue el encargado de hacerle el primer retrato.
El nudibranquio Glaucus atlanticus (Glauco fue un dios griego con poderes proféticos que acudía al rescate de marineros en apuros) es una especie de babosa marina de entre 3 y 4 centímetros de longitud que sin duda llama la atención, no solo por su aspecto y su color azul, que alerta al resto de los habitantes del mar de su peligrosidad y sabor repugnante, sino que también su comportamiento es sorprendente. Su especialidad es depredar sobre las carabelas portuguesas, esos hidrozoos altamente venenosos incluso para los seres humanos. Pero esta babosa azul, lejos de amilanarse ante los tentáculos urticantes de la carabela a los que es inmune, la devora entera, y se reserva los tóxicos dardos, que guarda en unas estructuras anatómicas llamadas ceratas, para usarlos en futuras defensas. Su organismo, repleto de sustancias químicas, despierta el interés de los científicos. Quién sabe si contiene la materia prima de futuros antídotos y medicinas...