En los últimos tiempos nos acostumbramos a que los superclásicos ya no sean esos partidos que definían cosas importantes entre dos de los equipos otrora más poderosos del fútbol argentinos. Solían arribar a este encuentro en las primeras posiciones o incluso ambos punteros. Están tan deteriorados, que ya ni siquiera les sirve para salvar el año o festejarlo como un micro campeonato. Pese a que ese condimento de competitividad ya no figura, se mantiene la emoción y tensión que encierra un encuentro de esta naturaleza, sea devaluado o no desde la calidad futbolística.
Los dos llegan envueltos en tormentas. En el último superclásico estuvieron Abel Alves y Astrada en los bancos. No sólo ni siquiera conservaron sus cargos, sino que Cappa, sucesor del Negro, ni siquiera sobrevivió para poder llegar a este punto y Borghi, en estado comatoso, llega apenas por un pelo. Por ahí pasan los aspectos que están en juego en este encuentro: si JJ López gana la batalla, seguramente extienda su interinato hasta fin de año; de caer con un resultado indecoroso, podría acelerarse la elección del nuevo DT o incluso terminar la carrera del Almeyda futbolista para pasar a ser el entrenador. En Boca, los dirigentes tiemblan cuando se les cruza la idea de que este Borghi tan volatil termine explotando y renunciando en el mismo Monumental. Da la sensación de que su ciclo no da para más por propia voluntad, pero una victoria podría alargarle el tiempo.
Estarán presentes las banderas futbolísticas de ambas escuadras: Almeyda, aun sin estar en perfectas condiciones, volverá para encender el alma del equipo y tener vigilado de cerca a Riquelme, la principal espada de Boca, que en su vuelta demostró que sigue siendo el hombre con más calidad de su equipo, aunque también arrastra algunas averías en su físico. Ortega, por la lesión de Buonanotte, saldrá desde el inicio en River, mientras que Mouche le ganó la pulseada a Viatri. JJ López buscará mayor equilibrio en su flamante River; Borghi renunciaría a su innegociable esquema 3-4-1-2 para poner cuatro en el fondo.
La guinda es que se juega en un día de entresemana y por la tarde-noche.