Estaba oyendo por la radio una engolada disertación sobre la alimentación y los alimentos, más o menos disfrazada de nutrición y los principios inmediatos cuando oí la palabra “Superfoods”. Era a esas horas tontas de la medianoche que el habitual insomnio me invita a recorrer el dial de la radio, que oigo con auriculares por respeto a mi compañía de cama, en busca de un rollo adormecedor. La nutrición podía bien acercarse a lo que desinterés y monotonía tuviesen de somnífero, pero la retahila de estupideces, medias verdades, incongruencias, pedanterías pseudocientíficas e ignorancia supina levantaron las nieblas del duermevela substituyéndolas con una discreta irritación. Y allí me quedé esperando el paso de las horas hasta que la tenue luz de la madrugada me volvió a las aguas tranquilas del sueño. Fue a la hora de desayunar que me volvió la irritación. Suelo desayunar con una cierta contundencia y tomándome mi tiempo, consciente de que es la comida más importante del día, al menos desde el punto de vista nutricional. Desde el gastronómico prefiero la comida del mediodía que permite afrontar grandes platos. Y las cenas no son para comer, sino para aderezar preámbulos.
Cumplo con la necesaria ingesta de líquidos tras las horas nocturnas del ayuno, acepto los estimulantes de las xantinas, sean en forma de té, cacao o café, cedo al aporte calórico de bollos y cereales y la indulgencia ocasional de un par de huevos. La fruta en zumo.
Al repasar mi menú de desayuno me dio en calcular si cumplía con las prescripciones nutricionales y recuperé la memoria de la mastuerza locución de la noche. ¿”Superfoods“? ¿Es que no hay manera de parecer interesante como no sea en inglés? No se trata de reducir las ideas a una sola lengua. Este año yo voy a celebrar con el mismo entusiasmo el aniversario de Cervantes y el de Shakespeare, que me quedan igual de cerca. Es que el papanatismo provinciano mesetario parece que con el inglés se reviste cualquier majadería con una pátina de ciencia.
Por si acaso, adelanto que el término “superfood” en el etiquetado de alimentos está prohibido en la Unión Europea desde 2007, esa UE que aparentemente no sirve para nada.
En cualquier caso, todo el mundo es muy libre de comer que y como se le antoje, que a la vista está que llevamos generaciones comiendo de todo, generalmente lo que había disponible y no parece que culturas tan diversas como los asiáticos, los americanos, los africanos o los europeos puedan relacionar la salud colectiva con la variedad de las dietas. Si los japoneses son más longevos, pero lo mismo que los catalanes o los asturianos, no va a ser por el sushi, los calçots o la fabada. Serán otras cosas.
Las atribuciones a los “superfoods” que pude oír se referían a “nutrientes”, como si así se pudiese describir algunos principios inmediatos con características mágicas o especiales. Tal o cual cosa es “muy rica en nutrientes” porque contiene vitamina C o magnesio. Lo que no tiene en cuenta que los requerimientos diarios del ácido ascórbico son de apenas 50 mg y que forma parte de una enorme variedad de alimentos y no sólo los frescos: el ácido ascórbico es uno de los conservantes más populares, etiquetado como E-300 en los envases de conservas de pimientos, tomate en salsa o mermeladas. Algo parecido puede suceder con el magnesio que, aunque no se ingiera en la cantidad considerada recomendable, el riñón sano ya se encarga de reducir su eliminación y mantener los niveles.
El entusiasmo por los antioxidantes se reduce cuando se entiende que el ejercicio físico tiene un efecto similar a la ingesta de los agentes antioxidantes soportables en la dieta y que más antioxidantes no es mejor. Que los kiwis no tiene más ni mejor poder antioxidante que las mandarinas ni la bayas de Goji que las pasas de Málaga.
Las madres y quienes les aconsejan: pediatras, enfermeras, médicos de familia, trabajadores sociales, que traten niños, tiene la obligación de estar bien informados sobre los elementos de la dietética y salir al paso de toda patraña pseudocientífica que, simplemente, se ha puesto de moda o lo ha dicho cualquier indocumentado por la radio.
Por ahora y en nuestra sociedad, los problemas de la nutrición no son cualitativos. Si se come de todo, pocas carencias se van a producir. Los problemas son cuantitativos: o porque no hay qué comer o porque se come demasiado. Hambre y obesidad con componentes de la misma cosa: la incultura y la pobreza.
X. Allué (Editor)
Ver también https://pedsocial.wordpress.com/2013/05/02/nutriceuticos-la-sociedad-del-consumo-de-suplementos-y-aditivos/