Revista Psicología

Sustancias peligrosas: el alcohol

Por Gonzalo

Proviene de: Es el producto de la fermentación de los carbohidratos complejos y de los azúcares de las frutas, verduras y cereales.

Historia: El primer caso de abuso de alcohol puede leerse en el Génesis (tras el Diluvio, Noé se emborrchó, deshonrándose a sí mismo). Las diversas bebidas alcholólicas se han consumido en todo el mundo durante miles de años, excepto en los países islámicos, ya que su religión prohíbe el consumo.

Neurotransmisores atacados: GABA (Gamma amino butyric acid): Ácido gamma amino butírico.

Lugares del cerebro afectados: La corteza cerebral, el cerebelo y el tronco encefálico, particulamente, el centro de la respiración.

Alteración inicial: Euforia suave, relajación y sedación.

Efectos colaterales agudos: Intoxicaciónñ, se disminuye el sentido del oído y el sentido de responsabilidad, resaca.

Efectos colaterales crónicos: Adicción, cirrosis en el hígado, pérdida de memoria, razonamiento poco equilibrado, síndrome de Korsakoff, síndrome fetal alcohólico.

Las estadísticas internacionales indican que el 8% de las personas que beben alcohol desarrollan algún tipo de problema, y que cada una de esas víctimas afectará en alguna medida al menos a otras seis personas.

Cuando uno se intoxica con el alcohol, resulta evidente para todos, incluso si se empeña a gritos en que no está borracho. Eso no se sostiene a la mañana siguiente, cuando se sufre un terrible dolor de cabeza, se tiene los ojos inyectados en sangre, con sudores, náuseas, temblores, pérdidas de memoria y los síntomas extremos del efecto diurético del alcohol; y también pueden darse situaciones sospechosas, como la cena de la noche anterior pegada a las solapas de la chaqueta. Al contrario de otras drogas, como la marihuana y el LSD, el alcohol tiene la virtud de proporcionarnos numerosas señales del daño que está provocando.

Numerosos estudios informan que las dosis bajas (repetimos, bajas) de alcohol incrementan la circulación de la sangre, aceleran la frecuencia cardiaca, aumentan la transmisión de los impulsos nerviosos y excitan los reflejos simples de la médula y del tronco encefálico. Ayudan a resolver problemas y tareas complejas, se acentúa la concentración y la memoria y se mejora el pensamiento creativo.

Inicialmente, el alcohol puede hacer del mundo un lugar mejor. Tras un rato, sin embargo, los efectos sedantes le ganan la batalla a los estimulantes, los efectos placenteros se cancelan y el bebedor medio deja de beber. Quienes no paran en ese punto son los que tienen la capacidad de hacer de este mundo un lugar bastante terrible. 

El ingrediente activo es el alcohol etílico (etanol), una sustancia clara, transparente e inflamable, que puede conseguirse sintéticamente o  producirse naturalmente mediante la fermentación de frutas, verduras o cereales.

Un hígado adulto puede metabolizar hasta 30 ml de alcohol a la hora. (Una lata de cerveza, un vaso de vino o un chupito pequeño de licores puede contener entre 15 ml y 30 ml de alcohol). Beber más de eso, hace que se acumule el etanol en la corriente sanguínea.

Los niños y los adolescentes absorben el alcohol más rápidamente que los adultos, y sus hígados lo metabolizan con menos eficacia. Los propios adolescentes reconocen que no beben de manera social, como lo hacen los adultos normalmente, sino para cogerse el puntillo o emborracharse.

El alcohol tiene una masa molecular baja. Se disuelve fácilmente en agua, pero menos en grasa. Una vez que se consume, el alcohol se distribuye por todo el agua del cuerpo. Las mujeres, que tienen menos masa muscular y más tejido adiposo que los hombres, tienen menos agua en el cuerpo para disolver el alcohol, por lo que queda en la corriente sanguínea en más altas concentraciones que las que tendría un hombre del mismo peso.

Cuando se ingiere oralmente, se absorbe rápidamente dentro de la corriente sanguínea desde el estómago y el intestino delgado  y viaja directamente al hígado, donde la mayor parte se descompone en acetaldehído.

Si has tomado seis bebidas en una hora, una de ellas se convierte en acetaldehído en el hígado, mientras que las otras cinco chapotearán como etanol en la sangre.

El acetaldehído es un veneno. Actúa como irritante celular y, en altas concentraciones, causa daño, vertiéndose en la corriente sanguínea y viajando al cerebro, donde interfiere con los aminoácidos del cerebro que actúan como neorotransmisores. Los variados síntomas del envenenamiento por acetaldehído se conocen por todos como resaca.

Un envenenamiento persistente por esta sustancia hace que las células del hígado funcionen pobremente: algunas mueren y se reemplazan con grasa y fibra. Esto es la cirrosis del hígado.

Los estudios más recientes muestran que, con el tiempo, el etanol reduce la actividad metabólica del cerebro. Deprime directamente las neuronas del centro respiratorio en el tronco encefálico, reduciendo la toma de oxígeno y haciendo la respiración menos eficiente.

 


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