En la actualidad, no hay que hacer voto de pobreza para conseguir ser un artista de éxito y ganar el reconocimiento del gran público. Un buen ejemplo de ello es Takashi Murakami, uno de los artistas japoneses de mayor proyección en el panorama artístico internacional. De sus orígenes reconoce: «Yo quería tener éxito comercial. Solo quería ganarme la vida en el mundo del "entretenimiento" y tenía muy clara la estrategia sobre qué tipo de pinturas debía hacer a tal fin, pero desde entonces mi motivación ha cambiado».
Es conocido como el Andy Warhol japonés porque ambos consiguieron convertir el arte en mercancía y atraer a la cultura de masas, hecho que le ha valido que algunos vean en su arte un simple negocio. Y es que Murakami interrelaciona el arte elevado y la cultura popular y defiende que el arte es parte de la economía. Él lo justifica diciendo: «Los japoneses aceptan que se mezclen arte y comercio; de hecho, se sorprenden de la rígida y pretenciosa jerarquía del "gran arte"».
Nació en Tokio en 1962 y, en 1983, obtuvo el doctorado en la Universidad Nacional de Bellas Artes y Música de Tokio, y se formó en nihonga, pinturas realizadas de acuerdo con las convenciones artísticas tradicionales japonesas tanto en técnicas como en temas y materiales. Incorpora en su obra elementos de la cultura japonesa de distintos periodos. Por un lado, la tradicional iconografía budista, pinturas del siglo XII, pintura zen y técnicas de composición del periodo Edo del siglo XVIII, de donde toma el uso de imágenes fantásticas y poco habituales. Por otro, toma prestados elementos populares contemporáneos de expresión, como el anime (animación) y el manga (cómic) japoneses, pero también el arte pop americano. Esta diversidad de influencias las reelabora en multitud de ámbitos artísticos: su obra abarca desde pinturas con reminiscencias de los dibujos animados hasta esculturas cuasi minimalistas, globos inflables gigantes para eventos, películas, relojes, camisetas y otros productos hechos en serie.
Sus obras son coloridas y atractivas, utiliza su profundo conocimiento del arte occidental y trabaja desde el interior para representar la "japonesidad" como una herramienta para provocar una revolución en el mundo del arte. «Creo que cada artista debería tener dentro una fuerte y oscura emoción para crear trabajos que tengan energía» y, según él, la fuerza que bulle tras su obra es «llegar a ser un ejemplo vivo del potencial del arte».
Murakami comienza a abrirse paso en la década de 1990, tras la crisis económica que sufrió Japón a finales de los ochenta, de la mano de la generación Neo-pop japonesa. Su trabajo se ha expuesto en prestigiosos museos de todo el mundo, como el Museo Metropolitano de Arte de Tokio, el Museo de Bellas Artes de Boston, el Museo de Bard College of Art o el Palacio de Versalles.
En 1996, fundó la fábrica Hiropon en Tokio, que en 2001 se convirtió en Kaikai Kiki Co. Ltd., corporación internacional con más de 100 trabajadores dedicada a la producción, dirección y comercialización del arte que realiza este polifacético autor, y también al apoyo y promoción de artistas emergentes: dos veces al año, organiza GEISAI en Tokio, una feria de arte que permite a artistas jóvenes exponer sus trabajos, muchos de los cuales han terminado trabajando para su compañía. Su empresa desarrolla diferentes actividades con una verdadera estrategia de mercado que traspasa el ámbito de los círculos artísticos para llegar al gran público, como la fabricación masiva de merchandising o los diseños corporativos por encargo, algunos de ellos para grandes firmas, como Louis Vuitton e Issey Miyake.
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Desde el principio de su carrera, algunos personajes van evolucionando. Por ejemplo, su alter ego, Mr. DOB, vio la luz en los años 90 como una simpática hélice de ADN (ZaZaZaZaZaZa, 1994), pero se fue transformando hasta convertirse en una criatura inquietante (El Castillo de Tin Tin, 1998) y en un monstruo enorme que simboliza las ansias de consumo que tiene la sociedad (Tan Tan Bo vomitando, 2002). Se trata de uno de sus personajes recurrentes, una especie de logo o marca que reproduce en camisetas, carteles, llaveros, etc., e incluso le ha dado vida mediante esculturas en 3D en todo el mundo.
En el año 2000, Murakami organizó una exposición de arte japonés titulada Superflat, uniendo la cultura pop japonesa contemporánea con el arte histórico japonés, que dio paso a un movimiento hacia el entretenimiento de producción masiva. Esto dio origen a la corriente cultural posmoderna del mismo nombre, que hace referencia a su estilo plano y a la ausencia de un centro en sus composiciones. Esta estética, en la que todo está representado en dos dimensiones, ofrece una interpretación exterior a la cultura popular japonesa de la posguerra a través de la subcultura otaku, término que designa lo que en occidente se denomina friki o nerd, y que hace referencia a las personas con aficiones obsesivas. De ahí su invención del termino POKU, unión de pop y otaku: «Todo el mundo trabaja para ganarse la vida. Yo también. Y esperaba que algunas personas se interesarían en mi arte si ofrecía una expresión como la cultura Poku porque es divertido».
Un ejemplo de sus obras de este periodo son Miss Ko2 (1997), una estilizada camarera que quiere ser cantante; Hiropon (1997), una joven de grandes pechos; Mi vaquero solitario (1998), un adolescente desnudo; PO + KU Surrealismo Mr. DOB (1998), un tríptico a gran escala en el que su típico fondo monócromo superplano se rompe con imágenes animadas de desorbitados ojos y dientes afilados; o una de sus esculturas de mayor envergadura, DOB en el extraño bosque (1999).
A partir del año 2000, Murakami creó algunos de sus autorretratos, además de Mr. DOB: entre 2003 y 2005 Mr. Pointy y los cuatro guardianes, basado en las cuatro deidades protectoras budistas; en 2004, Inochi, un adolescente que recuerda al legendario E.T. de Spielberg.
Los simpáticos Kaikai y Kiki, cuyos nombres proceden del término kikikaikai, que significa "extraño, pero cautivador" son los guardianes espirituales del autor.
Si nos adentramos en sus iconografías, vemos que una de las más repetidas son los hongos ¿quizás una seta atómica? Para los que así lo creen, podría representar el trauma japonés que causó la bomba atómica. Para otros, sin embargo, simbolizan los genitales masculinos o es una referencia a las alucinaciones que producen las drogas.
Otros motivos son las margaritas de colores con caras sonrientes o las calaveras, que relacionan con la estética de lo kawaii, es decir, de lo "tierno" que en Japón se utiliza en situaciones que a los ojos occidentales pueden resultar incongruentes. ¿Se trata también de una crítica a la cultura nipona demasiado consumista y con tendencia hacia lo infantil?
Lo cierto es que su trayectoria ha sido imparable y ha realizado exposiciones impactantes como Coloriage (Fondation Cartier pour l'art contemporain, París, 2002) y Little Boy: The Art of Japan's Exploding Subcultures (Japan Society, Nueva York, 2005).
Tras pasar por el MoCA de Los Ángeles, el Museo Brooklyn de Nueva York y el Museo de Arte Moderno de Frankfurt, presentó en el Museo Guggenheim de Bilbao, en 2009, ©MURAKAMI, una retrospectiva del artista donde pudieron verse más de 90 obras de arte en distintos soportes. Por ejemplo, la evolución en el tiempo de Mr. DOB y algunos de sus personajes característicos, sus proyectos figurativos inspirados en el otaku de finales de los años 90 o figuras fantásticas de ciencia ficción SMPKO2, entre otras. Cabe destacar la presencia de una de sus piezas más relevantes: Buda Ovalado de Plata (2008), que refleja a un Buda meditando sobre una hoja de loto. La exposición se completaba con pinturas abstractas en distintas técnicas (graffiti, Op Art o efectos especiales), algunos de sus trabajos de animación y, finalmente, una recopilación de 500 productos de merchandising elaborados por su compañía.
En 2011, tras el terremoto y tsunami de Tohoku, organizó el New Day: Artists for Japan, una subasta benéfica internacional en Christie's de Nueva York. La exposición Murakami-Ego, cuya pieza central era una asombrosa pintura de 100 metros inspirada por el mismo terremoto, pudo visitarse en 2012 en el Salón Riwaq Al en Doha (Catar). En 2014, Takashi Murakami: Ciclo Arhat se presentó en el Palazzo Reale de Milán en 2014 y, en la Gagosian Gallery de Nueva York, In the Land of the Dead, Stepping on the Tail of a Rainbow, en la que pudieron verse los temas que el autor ha desarrollado en los últimos años acerca del origen de las religiones.
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Como buen fanático del anime, Murakami pasa a la acción y pone en movimiento a sus personajes. Ha realizado vídeos de menor envergadura, como el videoclip de Pharrel Williams It Girl, pero también ha acometido grandes proyectos. Jellyfish Eyes, es el primer largometraje de una trilogía que dirige y produce él mismo. Se estrenó en abril de 2013 en el County Museum of Art de Los Angeles y se ha proyectado en museos y salas de cine de todo el mundo. Durante 90 minutos, el artista nos traslada, mediante animación y personajes reales, al Japón que sufrió el terremoto de 2011 y el desastre de Fukushima, desplegando todo el elenco de coloridas criaturas a las que nos tiene acostumbrados. No fue fácil que este proyecto viera la luz por el nivel de exigencia del artista, como él mismo reconoce: «No resulta un proceso sencillo ni amable. Al final de la película, el equipo estaba tan harto que no quería trabajar en el segundo filme».
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Lo peculiar de Murakami es el uso de las nuevas tecnologías: cada creación comienza como un boceto en uno de sus numerosos cuadernos de bolsillo. Estos dibujos son escaneados y, a partir de ahí, él reelabora sus obras en Adobe Illustrator, retocando la composición y jugando con miles de colores, hasta que entrega la versión acabada a sus ayudantes. Estos imprimen el trabajo en papel, serigrafían el contorno sobre el lienzo y comienza la pintura. Él mismo lo reconoce: "Sin este apoyo de la tecnología, yo nunca podría haber producido tal cantidad de obras de manera eficiente y el trabajo no habría sido tan intenso".
A través de su obra, Takashi Murakami juega con las contraposiciones y las dobles lecturas: Oriente y Occidente, pasado y presente, arte elevado y baja cultura, dulzura y perversión, humor y denuncia social..., y sigue siendo consistentemente divertido y accesible. Según él, el artista es alguien que entiende las fronteras entre los mundos y que hace un esfuerzo por conocerlos.
Su arte, que a simple vista podría tacharse de naif o superficial, lo cierto es que tiene un proyecto artístico complejo y, cuando se mira más de cerca, se descubre que es reflexivo y estimulante. El artista no quiere limitarse a copiar la cultura occidental y, tras la elección de sus figuras aparentemente inocentes, se esconde una crítica social que denuncia el consumismo y la falta de estructuras culturales en Japón. «Yo expreso la desesperación. — Afirma el autor —. Si mi arte parece positivo y alegre, yo dudaría de que fuese aceptado en la escena del arte contemporáneo. Mi arte no es arte pop. Es un reconocimiento de la lucha de las personas discriminadas».
«Estoy sorprendido de la repercusión que ha tenido esta exposición». Son palabras de Michael Darling, conservador en el MoCA de Los Angeles, y en relación con el autor afirma: «Superflat alude también a la nivelación de distinciones entre alto y bajo. A Murakami le gusta hacer alarde de que él puede hacer una escultura de un millón de dólares y luego tomar el mismo tema y producir un montón de baratijas».
A pesar de las opiniones en contra de la comercialización de su arte, es innegable el empeño de Murakami en conseguir lo que se propone, y eso le ha valido figurar entre los artistas contemporáneos más valorados.
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