Yurena, Tamara, de apellido Seisdedos, protagonista de escenas kafkianas, exponente del “frikismo” en estado puro, ni canta ni baila, pero a diferencia de La Faraona, no vayan a verla. Luce palmito en Interviú a sus cuarenta y tres años, con filtros imposibles y postproceso fotográfico evidente para evidenciar una metamorfosis que existe en el léxico del periodista más que en el cuerpo serrano de la artista. La imagen vende ejemplares de la revista, que es de lo que va todo esto, para que los españoles de a pie busquemos en el baúl de los recuerdos a Paco Porras y la sonrisa de Javier Sardá, que no se reía de sus invitados, sino de lo que cobraba por cada programa de aquel “after hours”. Ahora le tocó el turno al papel couché y la muchacha no desperdicia la oportunidad de engordar su cuenta de resultados, comerciando con la voz, con el cuerpo y el escándalo, con el agravante de que el último da más dinero y es más fácil de ejercer.
