En la vorágine audiovisual en que malvivimos, aún aparecen algunas pequeñas películas que hacen las veces de uno de esos gratos libros de bolsillo camuflados en la estantería detrás de la de los best seller de turno, esos que venderían su alma al diablo por alargar como sea sus quince minutos de fama. Letra chiquita, colores poco llamativos en la portada, sin ilustraciones ni rastro de ditirámbicas reseñas de dominicales en la faja... libros que no van a disfrutar de una segunda edición y si la tienen, con ese aspecto, sería de mal gusto señalar cuántos millones de lectores ya lo tienen en su poder.
El segundo largo del desconocido cineasta indio Avinash Arun Dhaware, "Three of us" (2023), es uno de esos films intrascendentes.
No se ocupa de ningún tema de actualidad, en realidad no tiene gran cosa que revelar sobre sus "asuntos", que son tan universales y antiguos que, aunque eso sea lo que abunda, sería una insensatez abordarlos sin discreción. Quizá hace años fue posible, pero hoy día costaría agruparla con otras obras para incluirla en algún ciclo de festivales; nadie lo ha debido intentar de todas maneras.
Puntúa una historia estrictamente fuera del tiempo, porque, grosso modo, retorna al pasado porque se le escapa entre los dedos el presente, pero no hay un prometedor futuro al que esperar. Sus personajes tienen poco atractivo, transcurre en escenarios pobres y nadie envidiaría vivir esta historia que versa sobre las claves eternas del melodrama que espantan ya a casi todo el mundo, una a una, no digamos si aparecen juntas: el amor, la enfermedad, la culpa, la sinceridad, el fracaso o la huella que dejaremos cuando ya no estemos.
Sobrepasa "Three of us" por mucho al debut de su autor, "Killa / The fort" (2014), un film en el que cundía la sensación de encontrarnos ante un relato demasiado conocido. Lo que en esa primera obra iniciática fueron pequeños acentos al borde del decorativismo, un uso de la música a veces inteligente y algunos hallazgos - un revelador contraplano que se echa en falta, una mirada verdadera robada a un intérprete - en "Three of us", tan bien escrita como filmada, son su materia prima y su razón de ser. De hecho, si se ve antes "Killa", que presenta sencillamente esa primera edad de la vida, mejor se puede apreciar cómo compondrá "Three of us" su misterio.De entre las innumerables y rara vez memorables películas sobre el regreso a
los lugares en que aconteció la infancia o la adolescencia, adonde se
pertenece afectivamente incluso si los recuerdos amargan o se
huyó sin mirar atrás, "Three of us" se distingue, como en su día lo hizo una de las pocas películas que me vienen a la memoria al contemplarla, "Viagem aos seios de Duília" (Carlos Hugo Christensen, 1965) porque su recorrido es voluntario y su tono crece hacia lo fantasmal cuanto más se profundiza en él.
Al mismo tiempo, lo evocado en "Three of us" restituye la intimidad de su protagonista, que vive una existencia rutinaria, en la que todos saben todo sobre ella y en la que está acostumbrada a que le den el pie para decir su frase, que es la que todos saben y esperan. Su memoria es solo suya y nadie más puede recomponerla.
Arun Dhaware la acompaña junto a los otros dos vértices de este triángulo tan poco zarandeado por las pasiones, pero tan vulnerable como la frágil condición de ella, sin efectos, con continuas elipsis, sin sentimentalismo, podando palabras y ahorrando planos de recurso que condicionen al espectador, alcanzando con ese simple método la elocuencia más allá de las emociones.No se podría explicar de otra manera cómo mientras parece que el film quiere acompañarla a ella aviniéndose con sus recuerdos y anotando cómo se contempla frente al amor de su adolescencia, son otras dos historias de parejas las que acaban ocupando el centro del relato, parejas que se ponen a prueba, con la reafirmación y la catástrofe aguardando vigilantes.