Recientemente hablábamos de la cámara subjetiva como recurso para mirar con los ojos de los personajes de la película e identificarnos con ellos. En cierta medida, hoy volvemos sobre el tema a partir de la primera escena de “Tan lejos, tan cerca” (In weiter ferne, so nah!, 1993) de Wim Wenders. Tras los títulos de crédito, un iris enfoca a lo más alto del dorado monumento del Ángel de la Victoria en Berlín, donde se halla encaramado un individuo que contempla el horizonte. Nos hemos acercado con un poderoso travelling aéreo que rodea el monumento porque la película va de ángeles… que viven tan lejos, tan cerca de los humanos, y la cámara se concede el privilegio de volar y mirar como ellos. Que vivimos entre ángeles nos lo advierte la voz en off de Cassiel (Otto Sander), que de pronto se lanza al vacío para acercarse al mundo y cumplir su misión… para vivir muchas historias personales y tener sensaciones para él desconocidas.
Ya en tierra firme, nuestro ángel custodio parece tener una exquisita capacidad auditiva porque alcanza a oír hasta los pensamientos más ocultos de cuantos se cruzan en su camino. Asistimos a un torrente de inquietudes y preocupaciones, deseos y miedos… expresados con cierta angustia y tono obsesivo. El mundo interior de los hombres no parece muy relajado ni positivo, y menos aún cuando vemos a esa niña en peligro… pero afortunadamente ahí está nuestro “ángel de las lágrimas”. Su trabajo no siempre es fácilmente perceptible, y en la mayoría de los casos es tan sutil e invisible como su figura, y si no… que se lo digan a Gorbachov. Y, sin embargo, su mirada nos llega en blanco y negro, porque no posee la riqueza cromática de los humanos, porque no puede sentir ni gozar, porque es sólo el mensajero… y de ahí su “envidia” y su íntimo deseo de alcanzar la mortalidad y pasibilidad.
Toda la película de Wenders -lo mismo que “Cielo sobre Berlín”, donde seis años antes nos había presentado a sus seráficos personajes- encierra una gran profundidad antropológica (si se quiere, también teológica) y contempla la condición humana con preocupación, con cierto pesimismo y desencanto. De alguna manera, aparte de considerar la vertiente socio-política de una Alemania reunificada, la mirada de Wenders se fija y reflexiona sobre lo que el hombre estaba llamado a ser, sobre una dignidad y grandeza… que le otorga incluso escuderos a su servicio, y sobre lo que termina convertido en su ensimismamiento y cortedad de miras. Contrasta la libertad y serenidad angelical con la estrechez de horizontes y la tristeza irrespirable de unos humanos que no saben amar, y Wenders parece insinuarnos al oído que levantemos el vuelo, que gocemos de nuestra condición y disfrutemos de nuestra vida, que no nos olvidemos de que no estamos solos… aunque a veces lo parezca. Os dejo esta primera secuencia de la película.
&En las imágenes: Fotogramas de “Tan lejos, tan cerca”, Bioskop Film, Road Movies Filmproduktion © 1993. Todos los derechos reservados.
Publicado el 7 abril, 2012 | Categoría: 9/10, Alemania, Años 90, Drama, Opinión, Secuencias
Etiquetas: Cielo sobre Berlín, Otto Sander, religiosidad, Tan lejos tan cerca, Wim Wenders