En lo referente al cine de animación, creo que nadie pone en duda que la estrella es Pixar, el estudio independizado de Disney responsable de Toy Story, Wall- e o UP. De hecho fueron ellos quienes se lanzaron a los personajes tridimensionales y, con el paso del tiempo, fueron comiéndose la animación en 2D, es decir, la de toda la vida. A día de hoy, los dibujos animados pueden encontrarse en series de televisión y anime, pero no en las grandes pantallas porque el público parece huir de ellas y no generan tanto dinero.
El último intento de la Disney por devolvernos a las dos dimensiones fue “Tiana y el Sapo”, que no tuvo toda la suerte que sus desarrolladores habrían querido. Así que, tras sólo dos años de desarrollo nos llega una nueva princesa de Disney, una categoría equivalente a “Chica Bond” (o chica Almodóvar), y la elegida es Rapunzel, una historia que llevan intentando adaptar desde Blancanieves, pero que no habían sacado hasta ahora. Diseñada en tres dimensiones (y con el 3D del de las gafitas), su intención era superar su antiguo trabajo y ver si, tras la friolera de cincuenta películas, Disney seguía teniendo ese toque mágico que ostenta desde hace ya setenta años.
Rapunzel es una chica joven que vive encerrada en una torre por petición de su madre, que asegura protegerla así de un mundo exterior violento y cruel que busca arrebatarle su don, y es que Rapunzel tiene un cabello de más de veinte metros y con el poder no sólo de hacer rejuvenecer, sino también de curar las heridas. Su madre es en realidad una bruja que la secuestró de su palacio cuando era un bebé y que la utiliza para ser siempre hermosa. Sin embargo tiene que hacer serios esfuerzos por contener la curiosidad de la muchacha, que quiere salir de la torre y averiguar por qué, siempre en la fecha de su cumpleaños, el cielo se llena de unas estrellas muy especiales.
En esto que se presenta el único príncipe de la Disney que no parece un hombrecito almidonado sacado de una escuela militar carísima con pistas de pádel. Un ladrón que, huyendo de la justicia, se esconde en el primer sitio que pilla, y que es secuestrado por Rapunzel para guiarla en el mundo exterior.
Aquí vemos que la temática de la Disney ha cambiado. Sí, hay castillos, hay princesas y brujas e, incluso canciones. Pero se han dado cuenta de que no pueden seguir con los mismos recursos de siempre y tienen que innovar, poniéndole a las canciones la duración justa, buscándole un ritmo que no te deja descanso y unos personajes secundarios que, aunque son los típicos de Disney, no resultan empalagosos. Ya sea Pascal, el camaleón, o Maximus, el caballo sacado de COPS, son capaces de hacer reír tanto a los niños como a los adultos, por mucho que Tangled posea un humor blanquísimo y ninguna pretensión por encima de entretener durante hora y media y hacer que la gente se lo pase bien. Yo nunca he sido de Disney, pero quien la vio conmigo la catalogó como la mejor película de Disney que había visto (y es una gran fan, creedme). A mí me entretuvo al mismo nivel que Cómo entrenar a tu Dragón demostrando que a día de hoy las princesas Disney pueden seguir llegando a la gente.
En cuanto a la animación, es obvio que el pelo era un elemento donde tenían que lucirse y está muy bien conseguido, cosa que, por mucho que hace años la mencionasen hasta la náusea, no consiguió la película Final Fantasy: The Spirits Within. Las caras, los gestos y las expresiones transmiten una fluidez comparable a las de Pixar y que nos muestran unos personajes vivos y llenos de energía y color. Resaltaría al personaje de la bruja, una mezcla entre Cher y Gloria Swanson (la nuestra no, la otra), que se comporta como la perfecta madre, aunque todos tienen su momento.
Si lo que buscas es entretenerte con una película de aventuras que llega al nivel de las anteriores de Disney, o tienes un sobrino pesado que no se está quieto, ponte a ver Tangled y verás cómo está llamada a convertirse en un clásico instantáneo.
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