Aquel libro le llamó. Como suena, casi por su nombre. De los miles de tomos añejos y ajados por el tiempo de frío y sol sobre sus lomos, aquel le esperaba en una de las mesas de la feria del libro antiguo y de ocasión de la cuesta de Moyano.
No recodaba si estaba de canto o lucía su portada. Pero pudo leer su nombre susurrado en sus ocres hojas. O tal vez fue un agárrame fuerte y llévame contigo, una vez más. Y lo hizo. Amin Maalouf y él eran viejos conocidos y no hacían falta muchas más presentaciones. “El resto, no es más que impura ficción”, rezaba la contraportada, aunque inspirada en un hecho real. ¿Acaso no lo son todas las historias contadas por un escritor? Pero empecemos por el principio.
Recordaba perfectamente haber escrito una dedicatoria sobre la primera hoja de uno de sus libros ya usado antes de regalarlo. "Que te haga viajar a los mismos lugares que me llevó a mí", vino a decir, tal vez con otras palabras pero con el mismo deseo. Porque un libro que habla del viaje iniciático a la busca de otro libro sólo puede viajar de mano en mano. Su historia no puede tener fin. Así, que volvamos al principio.
Las tres novelas que ya conocía de aquél autor libanés enamorado de España, giraban en torno a otros libros. Y este, descubrió tras la primera y púdica apertura de sus encantos, también lo hacía. Onamismo literario, pensó, cerrando de golpe sus cubiertas, como quien pasa las cortinas del salón al ser descubierto por la vecina de enfrente. Y vuelve a separarlas ligeramente para comprobar que ella, no cerró las suyas. Llévame, volvió a susurrarle, y lo hizo, sintiendo cierto desagrado al comprobar que su amor sería comprado. Pero, volvamos al principio.
Llegó a casa y esperó a que cayera la noche. Llevó la bandeja con la copa de vino ya vacía. El violáceo rastro de una dulce gota garnacha se había resecado como el pasado. Como la tinta de aquella dedicatoria que descubrió, con palpitaciones casi, al volver a pedir al libro que se abriera para él. Y volvió a cerrarlo ruborizado, y volvió a abrir sus visillos de papel para espiar en sus historias, que se antojaban infinitas.
“To my true love, when you read, think about me, you are alwais in my heart. My pussy cat.” Miguel. Dec. 93
Con mejor letra que gramática, ligeramente volcada hacia adelante formando renglones decididos y firmes, alguien que amaba verdaderamente había dado su vida a un montón de papel impreso. Porque, verdaderamente, quien ama a un libro tanto como para entregarlo a su amor, no conoce el significado de la palabra final. Y verdaderamente también, quien entrega su amor con forma de libro no puede más que escribir un principio.
Volvió a cerrarlo y se puso a escribir. Tal vez el principio de un nuevo libro, que hablara de un libro que hablaba de otro libro que alguna vez alguien regaló a su amada. Un libro escrito en inglés traducido al castellano que alguien a su vez había dedicado en inglés para alguien que, posiblemente, ronroneaba. Pero, volvamos al final, que es el principio.
¿Dónde estaba Pussy Cat? ¿Por qué entregó un corazón de tinta al mejor postor? ¿Serían hojas robadas? ¿En qué momento dejó de leer un libro dedicado por su autor al hombre de las alas rotas?
Notas.
1. La Roca de Tanios. Amin Maalouf, 1993.
2. Otras novelas del autor citadas: Samarcanda, 1988, León el Africano, 1999. El Viaje de Baldassare, 2000.
3. Si no eres de Madrid, esto es La Cuesta de Moyano o el paraíso.