Hace un tiempo que tengo ganas de preparar y compartir con ustedes una de estas tartas que son puro relleno y muy poca masa. Bien tentadoras, muestran de inmediato lo que tienen para ofrecernos y nos seducen colmadas de frutas, almíbar y color.
Como siempre les cuento el origen de la receta de la semana, ésta no será la excepción. La razón de esta exquisita tarta son unos duraznos amarillos (la variedad que se desprende del carozo/hueso y tiene un corazón morado) desabridos, que nadie quería comer y empezaban a comprar una parcelita en mi heladera. Entonces, pensé en convertirlos en relleno de tarta para revitalizarlos con sabores y unos arándanos que se comen solos de tentadores. Si con eso no lograba revivirlos, eran un caso perdido irremediablemente... Pero, si supieran ustedes lo bien que les hizo el tratamiento que les apliqué y lo deliciosos que quedaron.
De modo que si tienen por allí alguna manzana, pera, ciruelas, mangos, duraznos... sin encanto, insulsos o insípidos llegó la hora de revitalizarlos en una tarta muy elegante.
¿Qué necesitarás para preparar esta receta?
El proceso lleva algo de tiempo, pero tampoco te alarmes que no te ocupará todo el día (ni mucho menos). Por ello, para maximizar el tiempo (¡es que una tiene muchas otras cosas que hacer!) iremos adelantando pasos mientras se cumplen los plazos de enfriado, cocción, etc.Lo primero será lavar, secar y pelar 3 duraznos amarillos. Luego, los partirás al medio, les quitarás el carozo y cortarás cada mitad en 3 porciones.Entonces, llevarás los duraznos a una cacerolita, incluirás un puñado (a tu gusto) de arándanos (en mi caso eran congelados) y una nuez o pequeña porción de manteca. Allí los dorarás por unos minutos a fuego bajo y los reservarás hasta que se enfríen.
Ahora, comenzarás con la preparación de la masa. En una procesadora o mixer, colocarás 200 gramos de harina 0000, 100 gramos de manteca fría, una pizca de sal, 2 cucharadas bien colmadas de azúcar y 1 yema de huevo. Procesá y añadí 1 clara de huevo. Continuá procesando hasta formar la masa.
Sobre la mesa enharinada, volcá la preparación y amasala por 5 minutos. Al bollo obtenido, dale forma rectangular y envolvelo con papel film. Llevalo a descansar a la heladera por 30 minutos.
Es momento de preparar el arenado. Para ello, colocá en el vaso del mixer o procesadora 100 gramos de harina 0000, 100 gramos de manteca bien fría y 100 gramos de almendras. Procesá hasta formar un arenado y conservalo en el freezer hasta el momento de armar la tarta.
Una vez que la masa descansó 30 minutos en la heladera, disponela sobre la mesa enharinada y volvé a amasarla un poco para repartir, de manera pareja, el frío. Con palote, estirala de 1 cm. de espesor y cortá un rectángulo. Llevá la masa a la asadera o molde donde la cocinarás. No es necesario que enmanteques y enharines la superficie porque la masa contiene buena cantidad de manteca y no se pegará.
Pinchá con tenedor el centro de la masa, reservando un borde externo de 1 cm. de ancho sin tocar.
Llegó el momento de armar la tarta. Para ello, colocá un piso del arenado que guardaste en el freezer y, sobre él, disponé los duraznos y los arándanos que doraste en manteca. No coloques relleno en el borde de la tarta que dejaste liso.
Por último, disponé otracapa de arenado sobre la fruta. En este punto quiero hacerte una aclaración: Si lo deseás, podés reemplazar el arenado (en especial el que va por encima de la tarta) con almendras fileteadas. Estoy segura que el resultado final será el mismo y contendrá un poco menos de materia grasa (que nunca está de más evitar, ¿cierto?).
Pintá los bordes de la masa (sí, ese centímetro perimetral que dejaste libre) con huevo batido y llevá a horno fuerte (200° C) hasta que la masa se dore y se desprenda de la asadera.
Mientras la tarta se cocina, preparás el último paso de esta receta. En una cacerolita pondrás 1 taza de azúcar con 1 taza de agua y lo llevarás a ebullición hasta que se logre un almíbar para bañar la tarta (no llevará más de 5 minutos para que no se pase del punto).
Recordá que la mejor manera de preparar un almíbar es sin tocar los ingredientes, cuidándolo, a fuego medio, pero sin revolverlo.
Una vez alcanzado el punto, dejá enfriar y, cuando retires la tarta del horno, bañá generosamente con el almíbar.
La tarta queda realmente muy rica, en especial si la conservás de un día para otro porque se acentúan los sabores. Eso sí, me pasás la receta para lograrlo porque, por poco, contrato al Regimiento de Granaderos a Caballo (la escolta presidencial de mi país) para hacerle la custodia, ya que mi marido y mi hijo primero no estaban muy convencidos de que les gustase mucho la tarta (porque los duraznos no eran ricos, según recordaban) pero, luego de probarla, se peleaban por las porciones...
Poca masa, mucha fruta (que con el dorado previo alcanza a reivindicarse por su falta de sabor) y el toque justo de almíbar (recordá que la masa no tiene, prácticamente, azúcar) hacen de esta tarta la compañera ideal de un té o café con amigas.
Como ya te dije antes, si reemplazás el arenado por encima de la fruta por almendras fileteadas (remojalas previamente en agua para que el calor del horno no las queme y las desluzca), la preparación quedará igual de deliciosa y con menos grasas.
Una tarta exquisita, con masa crocante y finita, para aprovechar una fruta deslucida (claro que después de cocinarla no tiene por qué enterarse nadie...) que te puede hacer cambiar el humor, mejorar el rictus de la cara, hacer las paces con maridos, novios, amigos, suegras y hasta jefes. ¡¿Qué más se le puede exigir a un poco de harina, almendras y fruta?!Les deseo excelente semana. ¡Bon appétit!