Sabía que este momento iba a llegar. En estos momentos, es casi inevitable que una mamá entre a la tienda y te diga “hola buenas, quería encargarte una tarta de Frozen”. Y ese momento llegó la semana pasada. A decir verdad, me extrañaba que nadie me la hubiera pedido antes con el furor que hay por la peli en cuestión.
Y lo digo con conocimiento de causa. Tengo un peque de 4 años que no para de cantar “Suéltalo, suéltaloooo!!!” por toda la casa, hasta tal punto que sus padres (es decir, mi marido y yo), sus abuelos, su tío y creo que hasta sus vecinos (éstos últimos creo que se cortan un poco, pero cualquier día me los encuentro en la puerta de casa…) le piden por clemencia, arrodillados, incluso, que deje de una santa vez, de cantar la dichosa canción!!!!!
Los que no tenéis hijos fans absolutos de esta peli, os estaréis riendo, otros estaréis asintiendo con la cabeza con gesto de resignación. Pero no es para nada exageración. Sabíais que, hasta la propia autora de la canción ha pedido públicamente perdón a los padres por el daño causado??? Y qué se cree, que con un “perdón” se arregla todo!!??
Os podéis imaginar la cara de mi niño cuando le dije que tenía que hacer una tarta de Frozen. Empezó a decirme cómo tenía que hacerla, a diseñarla incluso. “Tienes que hacer el castillo de hielo de Elsa, con una gran escalera, que vaya de aquí a aquí”. Vale, vale.
Al final no hice el castillo de hielo de Elsa. Hice a Elsa, a Olaf y un gran copo de nieve con el nombre de Leyre, la peque cumpleañera.
Los personajes NO son impresión comestible, están hechos con fondant, a mano, y pintados con pincel.
Al final, el resultado fue muy chulo. Así le pareció a mi peque-juez, que, al contrario de ponerse celoso porque la tarta no iba a ser para él, como en algún momento llegué a pensar, se quedó tan alegre, porque sabe que mamá hace tartas para que otros niños las disfruten en su cumpleaños.