Lord Courtley (Ralph Bates), un depravado satanista obsesionado con la idea de resucitar a Drácula (Christopher Lee), convence a tres caballeros para comprar unas reliquias pertenecientes al mismísimo Príncipe de las Tinieblas: su capa, una cadena y un frasco de sangre pulverizada. Reunidos en una vieja iglesia, el grupo practicará un extraño ritual cuyas consecuencias serán más grandes de lo que imaginaban.
Ya a principios de la década de los setenta, las producciones de la Hammer comenzaron a exhibir la carencia de ideas de los profesionales del estudio. Esto eventualmente provocaría que existieran algunos roces entre productores, directores, guionistas y actores, generando un tenso ambiente laboral. Esto fue precisamente lo que ocurriría durante la producción de “Taste the Blood of Dracula”, que sería la quinta entrada en la saga del famoso vampiro que realizó la casa del martillo. Algunos de los problemas que experimentaría la producción se arrastraban del rodaje del film “Dracula has Risen from the Grave” (1968), donde Christopher Lee tuvo que ser persuadido por James Carreras para interpretar al conde. Por este mismo motivo, el actor reaccionó de mala manera cuando el productor le pidió protagonizar “Taste the Blood of Dracula”, puntualmente porque sentía que su sueldo era demasiado bajo si se consideraban las ganancias que estaba obteniendo el estudio fuera de Inglaterra. Cuando Lee se negó a participar en el proyecto, los creativos de la Hammer se lanzaron a la tarea de encontrar a un actor más joven para “darle una nueva imagen a Drácula”. El actor seleccionado para llevar a cabo dicha labor sería un joven de 29 años llamado Ralph Bates, quien solo había participado en una miniserie basada en la vida de Calígula. Lamentablemente, este intento de renovación por parte de la Hammer no fue visto con buenos ojos por sus asociados norteamericanos (Warner-Seven Arts), quienes habían accedido a financiar la cinta solo si esta era protagonizada por Christopher Lee. A raíz de esto, la productora Aida Young se vio obligada a convencer al complicado actor de reintegrarse al proyecto. Tras una serie de conversaciones, Lee aceptaría participar en el film. Sin embargo, su tardía inclusión no le dejaría mucho tiempo al productor y guionista Anthony Hinds (quien como de costumbre utilizó el seudónimo de John Elder), para cambiar el guión que había escrito, por lo que no solo Drácula aparece recién en la segunda mitad de la cinta, sino que además la participación de Ralph Bates, quien finalmente personificaría a un súbdito del vampiro, se vio dramáticamente reducida. Una vez terminado el rodaje, y cuando todo el mundo pensaba que los problemas se habían acabado, surgió otro inconveniente que generaría una nueva polémica al interior del estudio. Durante la primavera de 1969, el hijo de Freddie Francis, Kevin, le entregó a Brian Lawrence y a James Carreras un guión titulado “Dracula´s Feast of Blood”, el cual servía de secuela a la ya mencionada “Dracula has Risen from the Grave”. Si bien el guión fue prontamente rechazado, cuando se estrenó “Taste the Blood of Dracula”, Francis se percató que incluía varios elementos que aparecían en el guión que había escrito. Aunque el asunto no llegó a mayores, la acusación de plagio llevarían a Anthony Hinds, quien hace bastante tiempo estaba desencantado con su rol al interior de la casa del martillo, a presentar su renuncia justo un año después del estreno del film.La cinta comienza exactamente donde termina “Dracula has Risen from the Grave”, con la muerte del vampiro atravesado por una gran cruz. Momentos antes de su fallecimiento, al lugar llega por casualidad un vendedor ambulante que decide recoger los restos de Drácula con la intención de comercializarlos en algún momento. Tras esa pequeña introducción, la cinta se introduce de lleno en las andanzas de William Hargood, Samuel Paxton, y Jeremy Secker (Geoffrey Keen, Peter Sallis, y John Carson), quienes son tres caballeros victorianos que al mismo tiempo que intentan mantener una imagen honorable frente al resto de la comunidad, asisten a escondidas a burdeles ubicados en los barrios bajos del pueblo en el que residen, para satisfacer sus deseos ocultos y así evitar el aburrimiento. Es en una de sus tantas visitas a uno de estos lugares que se encuentran con Lord Courtley, un joven que los convence de comprar ciertos artefactos que son necesarios para realizar un ritual que les asegurará placer eterno. Sin embargo, durante la realización del ritual satánico, que involucraba beber una copa de la sangre de Drácula, los tres hombres entran en pánico y terminan asesinando a Courtley. Lamentablemente para ellos, el vampiro volverá a la vida utilizando el cuerpo de su lacayo, con la única intención de vengarse de los hombres que lo asesinaron y de sus respectivas familias.
Esta es básicamente la trama de una cinta cuyos giros de tuerca exponen de manera clara lo “improvisado” del guión de Hinds. La temprana muerte de Lord Courtley y la utilización de su cuerpo como contenedor del espíritu de Drácula, es el primero de una serie de acontecimientos que terminan relegando al vampiro a un papel secundario dentro de una historia donde se supone que debería ser el protagonista. Lo que viene a reforzar aún más esta idea, es el hecho de que en esta ocasión Drácula utilice a los hijos de los tres hombres como peones de su venganza, en especial a la hija de Hargood, Alice (Linda Hayden). Es correcto mencionar que la vampirización de los integrantes más jóvenes de las tres familias oculta un significado más profundo. Ya que sus padres en su afán por mantener las apariencias los han forzado a vivir bajo ciertos códigos morales propios de la época, los jóvenes han desarrollado un alto grado de frustración que eventualmente terminaran volcando violentamente sobre quienes los reprimen. Es por esto que Alice, cuyo estricto padre no solo reprueba su relación con Paul Paxton (Anthony Higgins), sino que además es violento con ella y con su madre, es la primera en caer bajo el embrujo de Drácula, convirtiéndose en una pieza importante dentro del plan del vampiro.
Más allá de estas pequeñas innovaciones temáticas, la cinta presenta varios de los elementos que llevaron a la fama a las producciones de la casa del martillo. El diseño de producción a cargo de Scott MacGregor cumple los estándares de calidad tan característicos del estudio. No solo la iglesia en ruinas que utiliza Drácula como su base de operaciones logra introducir rápidamente al espectador al mundo de venganza y decadencia en el cual se desarrolla la historia, sino que además el resto de los escenarios logran crear la ilusión de que esta realmente se desarrolla en la Inglaterra victoriana. Por otro lado, como de costumbre, el compositor James Bernand crea una banda sonora efectiva a la hora de realzar la atmósfera inquietante que presenta el film, aunque esta por momentos se parece demasiado a la que escribió para la cinta “The Devil Rides Out” (1968). Por último, dentro del aspecto técnico de la película cabe destacar la dirección de Peter Sasdy. No solo ocupa los ángulos de cámara de manera inteligente para contrastar la inmensidad del poder de Drácula con la fragilidad del resto de los personajes, sino que además logra que la escena de la resurrección del vampiro se convierta en una de las más memorables del film, llegando incluso a incluir algunos efectos de stop motion.
En el ámbito de las actuaciones, gran parte de elenco realiza un buen trabajo, especialmente Christopher Lee y Geoffrey Keen. Mientras que el primero logra que su personaje se vea intimidante pese a lo pobre de sus diálogos y a lo escaso de su participación, el segundo interpreta de manera perfecta a este hombre reprimido que cree estar en completo control del mundo que lo rodea, hasta que se involucra con poderes que van más allá de su comprensión. En gran medida, él es el verdadero villano de una historia que presenta como tema central la influencia de los pecados de los padres sobre sus hijos, y como estos eventualmente se vuelven en su contra. Dentro de los defectos que presenta la película, nos encontramos con las actuaciones mediocres de Linda Hayden y Anthony Higgins, quienes no logran que el espectador sienta empatía por la situación en la que se ven envueltos. Otro de los grandes problemas de la cinta, se desprenden de su guión. No solo presenta un final algo apresurado, sino que gran parte de los temas que toca tienen poco y nada que ver con el vampirismo, lo que vendría a explicar la escasa intervención de Drácula en la historia. Al mismo tiempo, resulta extraño pensar que la motivación del conde para volver a la vida sea vengar la muerte de un súbdito al que jamás conoció. Por último, al igual que en otras producciones hammerianas, como las escenas “nocturnas” rodadas en exteriores fueron filmadas durante el día utilizando filtros especiales, se crea una cierta confusión temporo-espacial en algunos tramos del film. Pese a todo, “Taste the Blood of Dracula” es una cinta entretenida que presenta suficientes virtudes como para ser considerada como una de las buenas producciones de la Hammer. En cierta medida, el film marcaría un antes y un después al interior de la casa del martillo, que durante el resto de la década de los setenta vería como su reinado en el género del horror llegaría a su triste final de la mano de un puñado de producciones mediocres.
por Fantomas.