Dormimos en Te Anau en el borde del parque nacional de Fiordland, es el típico camping con cabañas para pasar las vacaciones. El baño está fuera y resisto todo lo que puedo antes de correr bajo la lluvia y el frío hacía él, aunque lo cierto es que el hilo musical mola mucho y nos planteamos hacer una fiesta en el baño. Desde Te Anau hemos contratado dos tours para ir primero a Milford Sound y al día siguiente a Doubtful Sound. Ambos son fiordos incorrectamente llamados Sounds (canales). La diferencia es que los canales se forman debido a los ríos y los fiordos debido a los glaciares. La mayoría de fiordos Neo Zelandeses tardaron bastante en descubrirse porque los exploradores europeos sólo podían ver entradas estrechas que no imaginaban se convertirían en grandes lagos en su interior. Y hasta el siglo XX la zona de Fiorland era una de las más inexploradas de toda Nueva Zelanda.
El autobús que nos lleva a Milford Sound, Piopiotahi en maorí, nos pasa a buscar a las 7:30 de la mañana y nada más entrar nos damos cuenta que los asientos están girados 7º hacía la ventana para poder ver el paisaje, además el techo es parcialmente de cristal para poder ver a través de él. El conductor nos explica los sitios por donde vamos pasando y nos promete que al volver nos dará tiempo para parar. Para llegar al fiordo paramos frente a una montaña donde al fijaros vemos que hay un temporizador en marcha atrás desde el minuto 6 y un hueco. Estamos frente al túnel de Homer, nada que ver con los Simpson. Es un túnel de un 1.2km de un único sentido que parece hecho clavando un palo en un lado de la montaña hasta que salió por el otro. Completamente recto, oscuro y con paredes de gratito. El túnel se inició en 1935 con cinco hombres usando picos y carretillas, obviamente eso resultó muy lento y se amplió la plantilla de hombres que vivían la mitad del año sin sol directo y con riesgo de avalanchas. En 1940 se alcanzó la otra punta de la roca pero una avalancha en 1945 la volvió a cerrar, pobres hombres… Al final se usaron métodos más modernos para abrir el túnel definitivamente en 1954 aunque ha habido varios accidentes, el último en el 2004.
Una vez pasado el túnel escuchamos por primera vez el termino treevalanche que es una avalancha de árboles. Como la mayoría del suelo está formado por roca los árboles y las plantas se sujetan entre ellos con una complicada red de raíces y ramas. Cuando uno de ellos cae debido a las tormentas el resto le siguen formando una avalancha de árboles imparable. El barco es, en su mayoría, descubierto y aunque hace frío la chaqueta me protege así que me paso las dos horas de viaje por el fiordo en cubierta mirado el paisaje, haciendo fotos y escuchando las explicaciones del guía.
En un momento el guía se queda callado y busca algo en el cielo, unos segundos después nos señala un helicóptero llevando materiales a zonas de difícil acceso. ¿En serio transportan un trozo de madera cada vez? No me extraña que sea tan caro. Hay algunas nubes bajas pero se ven la mayoría de picos, por suerte el barco sólo se mueve de forma preocupante cuando llega a mar abierto.
Sobre una roca están las focas que ni se inmutan con la presencia constante de barcos. El fiordo sólo tiene dos cascadas permanentes, las cascadas de Lady Bowen y Stirling pero la lluvia crea docenas de estrechas cascadas que se abren paso entre los árboles echando el agua de la lluvia dentro del fiordo.
Aquí es donde se rodó la famosa escena del Señor de los Anillos de de Argonath (o Los pilares de los reyes), aunque claro los reyes fueron añadidos digitalmente. De vuelta al alojamiento el autobús para cada poco para que, como buenos turistas, salgamos a hacer fotos y volvamos a montarnos.
Doubtful Sound debe su nombre a que el capitán Cook, el primero en rodear Nueva Zelanda, no llegó a entrar dudando si sería capaz de salir una vez se hubiese aventurado en su interior. Y es que desde el mar se ve un pequeño entrante y unas montañas muy altas. Por tierra no tiene un acceso más fácil. El autobús nos lleva de Te Anau al lago Manapouri que cruzaremos con barco, al otro lado nos esperará otro bus que nos llevará al fiordo donde navegaremos sin más barcos que el nuestro alrededor. A la vuelta haremos lo mismo pero pararemos cada pocos metros para hacer fotos y ver el paisaje. Una expedición científica de 1793 liderada por el capitán italiano Alessando Malaspina fue la primera en hacer un mapa de la zona y por eso es el único lugar de Nueva Zelanda con algunos nombres españoles, como el punto de febrero o el punto del péndulo. El autobús que nos viene a buscar esta vez es menos pijo que el del día anterior pero son las 7 de la mañana, hace frío y nos es completamente indiferente. En el lago Manapouri hacemos cola para subir al barco y nos tememos que no vayamos a ver nada por la niebla. En uno de los carteles leemos que al otro lado hay una central eléctrica controlada desde Welington.
El bus que nos recoge hasta el fiordo nos explica que esa es la carretera mal asfaltada con trozos de tierra es la más cara de Nueva Zelanda, cada centímetro ha costado 2$. Cuando finalmente llegamos al fiordo la niebla sigue muy baja pero un barco cubierto nos espera para que no nos fundamos con las nubes. Yo me aprovecho del té y el café gratis para entrar en calor pero Marta se pone su chubasquero verde/amarillo chillón y sale al exterior.
De vez en cuando la veo entrar a la parte central para cruzar de un lado a otro, otras veces sólo me parece ver algo brillante pasando por el pasillo. Más de una vez es la única en el exterior mientras el resto sólo salimos para hacer la foto sin marcas de cristal y volver a entrar para resguardarnos. El guía nos explica por el altavoz el nombre de las diferentes isletas y cascadas que vamos viendo así como los terremotos que han ido transformando la geografía del lugar.
A pesar de la niebla es fácil seguir el recorrido en el mapa, hay tres brazos principales el First, el Crooked y el Hall, navegamos los tres al menos hasta la mitad. En algunos puntos no se ve la tierra ni las rocas, sólo árboles y vegetación, de vez en cuando una roca gris y amarilla asoma la cabeza o un riachuelo muy fino se abre paso y deja caer el agua al fiordo. No podemos ver la parte superior de las montañas pero la niebla le da un aire misterioso al paseo de tres horas. En algún momento espero ver los ojos de un maorí mirándome desde la espesura del bosque. Con el tiempo la niebla se dispersa un poco sin dejarnos ver el pico de las montañas pero dando la sensación que hay cientos de hogueras entre los árboles.
El agua está a 11º la mayor parte del año y sube a 15º en verano. En teoría se pueden ver pingüinos (no me extraña!!!), delfines, focas y coral negro. Cuando nos acercamos al mar, igual que el día anterior, el barco empieza a subir y bajar moviéndose, moviéndonos mientras yo espero que pase pronto. Nos colocamos al lado de una colonia de focas y salimos todos a hacer fotos, por supuesto Marta ya está afuera.
Antes de volver nos metemos en uno de los brazos del fiordo (crooked arm), apagan los motores y piden silencio. Sin nadie alrededor se escuchan los pájaros y el agua golpeando al caer por la cascada. Ya de vuelta vemos los restos de una treevalanche
El tiempo no nos ha acompañado mucho pero el sitio es espectacular, esta noche toca volver a hacer las mochilas y dirigirnos de vuelta hacia el norte, hacía Queenstown.