A lo mejor te sorprende esta pregunta; a lo mejor hasta te parece desafiante, una provocación. No te la cuestionas, ¿verdad? La respuesta es: «Pues claro que me lavo los dientes todos los días». Es algo que forma parte de tu rutina, no admite ninguna excusa del tipo ‘no tengo tiempo’ o ‘mañana lo haré’. La tarea está completamente interiorizada, la das por hecho. Lo mismo podríamos decir respecto a otras actividades como ducharte o afeitarte.
Lo mismo debería ser con el hábito de cultivar hábitos mentales sanos. Las emociones negativas son las mayores enemigas del éxito y la felicidad. Ya hemos insistido muchas veces que «los pensamientos negativos son una especie de suicidio espiritual». Nos derrotan, nos hacen sentir pequeños, ‘poquita cosa’, en definitiva, perdedores.
Nuestros pensamientos determinan nuestros sentimientos que dan lugar a ciertos comportamientos que se traducen en unos u otros resultados. Pensar bien te lleva a obrar bien; pensar mal te lleva a tener comportamientos pobres. Tu calidad de vida depende de la calidad de tus pensamientos. Las personas de éxito tienen diálogos internos positivos. Son personas mentalmente sanas. Como se explica en uno de los capítulos de Fast Good Management: Las cosas positivas suceden a la gente positiva.
Pero ojo, no se trata de saber cómo funciona la mente –ese sólo es el primer paso, imprescindible pero insuficiente–, se trata de dominar la mente. El éxito no está en saber, está en hacer. Y para eso hay que trabajar DURO; mejor dicho: MUY DURO.
Lo hemos dicho muchas veces, pero lo volvemos a repetir: Ganar es una decisión consciente y perder es una decisión inconsciente. De ello hablamos en Estamos programados para perder. El ser humano adora la certidumbre aunque sea a costa de su crecimiento. Dicho de otra manera: el ser humano prefiere la infelicidad a la incertidumbre. Suena duro, muy duro, pero suele ser muy cierto.
Un día charlando con Mario Alonso Puig (@marioalonsopuig) le preguntaba qué era en su experiencia lo peor del ser humano. Y me decía:
«Lo que más tristeza me da es que cuando se instala en la comodidad, en la rutina, en el miedo, nos resulta tremendamente complicado salir de nuestra zona de confort y nos perdemos disfrutar de todo aquello realmente valioso que marcaría una enorme diferencia en nuestra vida».
El miedo tóxico nos consume, nos aleja de nuestro verdadero potencial interior que existe en todo ser humano. La vida no se vive, se sobrevive. Se sufre. Pura frustración. Por eso el primer reto de la voluntad es cultivar hábitos mentales sanos. Por eso el primer reto es aprender a pensar positiva y constructivamente. Por eso hay que trabajar la mente cada día como si fuese de un hábito más, como si fuese algo parecido a lavarse los dientes.
¿Y cómo se consigue eso? Sólo de una forma, con DISCIPLINA; o mejor dicho: con MUCHA DISCIPLINA. Todas las personas son disciplinadas los primeros días de cualquier actividad (aprender chino o inglés, gimnasio, dieta, etc), lo difícil es ser disciplinado a medio y largo plazo. El ser humano prefiere hacer lo cómodo a lo necesario. Somos perezosos. Ya lo decía Víctor Hugo: «A nadie le faltan fuerzas, lo que a mucha gente le falta es voluntad». Jim Rohn lo expresaba de manera similar: «El éxito consiste en la aplicación diaria de la disciplina». Y la disciplina es hacer lo que se tiene que hacer aunque no apetezca aplicando la regla de ‘cero excusas’. De ello hablé en el post Personas ‘gaseosa’.
La pregunta es: ¿Cómo se cultiva la mente? Y la repuesta es: De dos maneras:
1. RODEÁNDOSE DE GENTE ESTIMULANTE. El entorno, sino todo, lo es casi todo. De ello ya hablé en El alimento de la mente es el entorno. Cuando estás con gente positiva e inspiradora, gente que mira al futuro con ganas, estás regando tu mente con agua pura; cuando lo haces de gente limitada, estás tragándote cianuro. Hay gente que carga de energía y gente que chupa energía. Cuida escrupulosamente con quién pasas tu tiempo. Cuida tu entorno como lo más sagrado de este mundo. Hay gente que es capaz de ponerte ‘mal cuerpo’ sin ni siquiera abrir la boca. Seguro que conoces a alguien de este tipo. Todos los conocemos. No es casual que el referente Jim Rohn dijese cierta vez: Aléjate del 97% de la gente y únete al 3%. Las personas somos estados de ánimo con piernas. Las emociones son contagiosas (ver La mirada de Elsa en Redes y también Entrevista a Elsa Punset).
2. EL PODER DE LAS AFIRMACIONES El inconsciente gobierna nuestra vida el 90% del tiempo. Y el inconsciente son nuestras creencias. Y una creencia es un pensamiento convertido en verdad aunque sea falso. El inconsciente acepta sin discutir lo que la mente consciente le ordena. Y las creencias se instalan por repetición, a base de escucharlas una y otra se queda grabado como una verdad.
La mente es como un jardín, en el que hay que plantar en la tierra unas semillas (Creencias) y después regarla con agua (pensamientos) para que dé buenos frutos (resultados). El jardín hay que cuidarlo todos los días, porque de otra manera las plantas se marchitan. Lo mismo con el jardín mental. Como afirma Joseph Murphy en El poder de la mente subconsciente: «Esta fuerza sutil de la sugerencia repetitiva trasciende nuestra razón. Actúa directamente en nuestras emociones y sentimientos, y penetra, por último, en lo más profundo de nuestro subconsciente. Es esta sugerencia repetida es la que nos hace crecer».
El problema, como siempre, es el mismo. La gente empieza a practicar las afirmaciones, y al no ver resultados, desiste. Cuando plantas una semilla, no ves su fruto al día siguiente, ni a los dos días. A pesar de ello, sigues regando el huerto, podándolo y cuidándolo. Los mismo con la mente. No ves el fruto por fuera, en la superficie, pero por dentro de la tierra se está produciendo un cambio que dará resultado fuera. Es cuestión de insistir, de seguir trabajando sin abandonar. Es una cuestión de FE, que no es otra cosa que creer en lo que no se ve. Es una cuestión de que si haces lo que tienes que hacer, el resultado llegará, aunque nadie te lo pueda garantizar por anticipado.