Recuerdo que durante un tiempo una amiga del instituto y yo nos entreteníamos "vistiendo" a nuestros amigos y compañeros. Nos parábamos ante los escaparates de las tiendas de ropa y les asignábamos las prendas que más nos gustaban y que nos parecían adecuadas para ellos, según su estilo y personalidad.
En cierto modo, yo he seguido siempre jugando a ese juego; la diferencia es que los escaparates que miro son los libros que leo, y las prendas que elijo son la citas que señalo en ellos.
-El barón rampante, Italo Calvino-
Y es que cuando repaso libros que ya he leído y me detengo en los párrafos y frases que en su momento señalé, con frecuencia esas frases, esas prendas literarias que destacan en cada escaparate, las asocio, casi sin querer, con personas determinadas de mi entorno -el real o el virtual-, según lo que sé o creo intuir sobre ellas. Es inevitable.
A veces una misma frase, una misma reflexión, me recuerda a más de una persona, y esas personas pueden ser muy diferentes entre sí. Pero es que un mismo pensamiento puede evocar diferentes ideas.
Y del mismo modo, varias frases diversas pueden recordarme a una misma persona, a diferentes aspectos o facetas de su personalidad.
A mí nunca me ha parecido el otoño una estación triste. Las hojas secas y los días cada vez más cortos nunca me han hecho pensar en algo que se acaba, sino más bien en una espera de porvenir [...] Incluso cuando llueve. No me entra melancolía a esa hora, ni tengo la sensación de que el tiempo huye. Sino de que todo es posible. El año comienza comienza en el mes de octubre. Empiezan las clases y creo que es la estación de los proyectos.
-En el café de la juventud perdida, Patrick Modiano-
En los libros que he estado repasando, revisando y hojeando últimamente he encontrado, cómo no, muchos pasajes y pensamientos favoritos que señalé en mis lecturas previas. Y algunas de esas citas -ya lo habrán adivinado-, las he asociado mentalmente con unos u otros de ustedes, amabilísimos lectores de este blog.
[...] nos lo pasábamos muy bien comentando jocosamente, todas las mañanas al despertar, los sucesos que habíamos vivido juntos el día anterior y que reflejaban la estupidez humana, la imbecilidad de los otros, nunca la nuestra, que, por ese acuerdo tácito, se hallaba a salvo de nuestras viperinas voces.
-"Dos viejos cónyuges", Enrique Vila-Matas-
Yo soy uno y muchos y tampoco sé quién soy [...] Di, pues, un paseo después de escribir. Después de escribir que no voy a escribir nunca más. Adiós a la palabra escrita que sólo sirve para que nos ocultemos todavía más.
-"La fuga en camisa", Enrique Vila-Matas-
Y pensando en todo esto se me ha ocurrido que quizá resultaría interesante hacer un pequeño experimento bloguero. La cosa consistiría simplemente en que me dijeran ustedes si se identifican con alguno de estos pasajes o les gusta alguno en particular. Así yo comprobaría si mis asociaciones han sido atinadas o no.
La muchedumbre que recorre las aceras ha reanudado su frenética carrera. Ya no hay familias paseando, ya no hay hombres ni mujeres mirando alrededor con una sonrisa. La gente camina a toda prisa con la cabeza baja. Entre ellos, el señor Linh parece un arbolillo arrancado por una corriente que lo arrastra y zarandea sin que él pueda evitarlo.
-La nieta del señor Linh. Philippe Claudel-
El gato es el más romántico de los animales: su alianza con el hombre está hecha tan sólo para poder ensoñar con comodidad, libre de los absorbentes cuidados de ganar la vida y de defenderla [...] No admite dueños, sino anfitriones, y por eso no sirve, sino que se deja servir.
- El bosque animado. Wenceslao Fdez. Flórez-
Así pues, si les parece bien mi propuesta, o si no, los espero, como siempre, en el saloncito de los comentarios.
Gracias.
La munición de los discretos es la galante y gustosa erudición, es decir, un saber práctico de todas las cosas corrientes, más inclinado a lo gustoso y elevado que a lo vulgar. Es conveniente tener una buena reserva de frases ingeniosas y de comportamientos galantes, y saberlos emplear en el momento adecuado, pues a veces es mejor el consejo contenido en un chiste que la más docta enseñanza. Más les valió a algunos la sabiduría que se comunica en el trato social que todos los conocimientos académicos.
-El arte de la prudencia, Baltasar Gracián-
Al apasionarse, el primer paso es darse cuenta de que uno se apasiona, pues esto es empezar con dominio de la pasión de ánimo. Hay que establecer también un límite y no ir más allá [...] Con esta magistral cautela nunca se dañará la razón ni se estará en el límite del buen sentido.
-El arte de la prudencia, Baltasar Gracián-