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Te quiero porque me das de comer, de David Llorente

Publicado el 16 mayo 2014 por Aramys

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 ¨Entonces abrió la bolsa de deporte, sacó el fusil y disparó contra el profesor: le alcanzó en un costado: después le estuvo disparando en el vientre hasta que se quedó sin munición: los niños gritaban: el suelo estaba inundado de sangre.¨

No sé ni que deciros.

En serio. Me falta vocabulario, expresiones, me faltan herramientas. Sigo en shock.

Os juro que lo de David Llorente es muy bestia. Hoy es una de esas veces en las que no haría reseña. Simplemente no llego. Me pasa con Faulkner o con Gaddis, que son tan increíbles que es imposible para mí trasladar mis sensaciones a este blog. Se quedan para mí.

Pero esta novela es tan especial, tan diferente a todo lo que he visto que me niego a quedarme en silencio. Intentare contaros qué es Te quiero porque me das de comer, y que Dios me perdone porque No-os-podéis-hacer-una-idea.

Lo primero que hay que tener claro es que no estamos ante una novela normal, y no me refiero a su argumento, que tampoco, si no a su construcción, a la manera en que está narrada. Olvidad todo lo que habéis leído, en serio, todo. Te quiero porque me das de comer es lo más insólito que he leído nunca –y ahora me hago el interesante y os digo que me he leído Ulises- de verdad, tal y como está compuesta, formada la novela, tal y como está concebida es una auténtica locura, de principio a fin. La expresión que me vino a la cabeza con la lectura del manuscrito fue lectura extrema.

Pero no os asustéis. Esa es la grandeza de la novela, la manera en que Llorente gestiona esa auténtica locura para que el lector apenas la perciba más allá, eso sí, de un torrente de información que él debe gestionar. Pero vamos por partes.

¿Por qué digo que es una locura? Ahora viene lo gordo. Te quiero porque me das de comer está ideada más que como una novela, como un torrente de información, como un gran rompecabezas donde las piezas se van colocando poco a poco cada una en su lugar, y cuando digo gran rompecabezas creedme, no exagero. Llorente ha ideado no una trama, ni dos, ni tres, ni siquiera cuatro, yo a partir de la quinta historia simplemente me deje llevar, me uní a la corriente, confié en  David y seguí leyendo. ¿Os suena el termino novela río? Olvidadlo. ¿Novela coral? Bah. Olvidadlo. Lo que sucede en esta novela es único.

Pero lo que os va a sorprender no son las tramas, que entran dentro de cierta normalidad –aunque de eso hablaremos luego, porque son duras y explicitas- lo que me ha dejado a mí en shock y lo hará con vosotros es como digo su estructura. La narración de la novela no es nada que yo hubiera visto antes, veamos, ni un solo punto y aparte en toda la novela, apenas alguno para separar lo que se entiende como ¿capítulos?, no hay diferenciación física de tramas, que quiero decir con esto, pues que los hilos argumentales están unos a continuación de otros en sucesivos puntos y seguidos, mezclados, superpuestos, como en un gran mural donde has de reconocer las partes familiares y conectarlas entre sí, como un texto inconexo del que tú has de ir tirando de los hilos, uno a uno. Es difícil de explicar, mejor lo veis.

¨Una de las rumanas de la Casa de Campo se llamaba Mirta: todos los jueves (desde hacía tres meses) iba a buscarla un Ford Fiesta de color azul: ella se montaba y aparcaban debajo de la portería de un antiguo campo de fútbol: el hombre se llamaba Mario Tejero: uno de esos jueves (debajo de la portería y después de eyacular) le dijo a Mirta: ¿qué me dirías si yo ahora te dijera que me he enamorado de ti?: a ella le brillaron los ojos: se acurrucó en su pecho y le dijo (casi de carrerilla): te diría que soy una de las mujeres más felices del mundo porque yo siento lo mismo por ti: Mirta no dijo nada a nadie: un jueves se montó en ese Ford Fiesta azul y ya no volvió más. Golden Retriever: perro cobrador: muy hábil en el rastreo: pelaje denso y resistente al agua: carente de agresividad: activo y juguetón: le encanta tener algún objeto en la boca (un palo, un nudo, una pelota de tenis): fácil de entrenar: perro de trabajo: lazarillo: perro de rescate: perro detector: perro de terapia social. La noche de Carabanchel se está poniendo (más y más) peligrosa: Antonio Aguado camina hacia el portal de su casa y escucha unos pasos a su espalda: gira la cabeza y ve la silueta de un hombre a veinte metros: piensa que le da tiempo a meterse en el portal: con lo que no contaba era con los nervios: con los dedos que no encuentran la llave: con la llave que no acierta a meterse en la cerradura: entonces (tranquilamente) el hombre aparece por detrás: le brilla un objeto en la mano. Concepción Ortíguez: miércoles: 11:00 horas: sale de casa: 11:15 horas: desayuno en el bar Urgel: 12:00 horas: misa en la parroquia de Matadero: 13:20 horas: clase de yoga en la Asociación de Mujeres de Carabanchel: 14:40 horas: vuelta a casa: no vuelve a salir.¨

¿Os hacéis una idea? ¿Veis a que me refiero con el torrente de información, con la mezcla de tramas? ¿Con el estilo único? Y eso no es nada.

En ese párrafo hay tres hilos argumentales y un texto de información, porque Llorente ha llenado la novela de textos informativos, textos con mayor o menor relevancia en la trama, pero sin relación directa con ella, una suerte de citas indirectas que enriquecen las tramas y que van desde recetas de comida, enfermedades mentales, listas de canciones o razas de perros peligrosos a ingredientes de medicamentos, listas de tranquilizantes, de antidepresivos o los síntomas del mono en un drogadicto. Todo, eso sí, con relación a alguna de las tramas. Es absolutamente demencial y maravilloso.

¨Psicosis maniaco-depresiva: fases de depresión y fases de manía: fase maniaca: alegría, fuga de ideas, exaltación psicomotora: síntomas psicopatológicos y trastornos de la conducta: irritabilidad: trastornos de sociabilidad: agresiones de palabra o de hecho: abandono de todo lo que se comienza: desaseo en lo personal y en lo que les rodea: ansiedad: ideas de grandeza grotesca: exaltación de la libido que puede conllevar delitos sexuales.¨

A estas alturas pensaréis que esto es una locura, que es ilegible y que hemos perdido la cabeza Llorente, el editor y yo. De ninguna manera. Dejadme que os explique cómo funciona la novela. Luego hablaremos de la trama.

Una de las cosas que hace que me caiga de rodillas ante David Llorente  es la manera de hacer funcionar toda la novela como un perfecto reloj; de hacer encajar las piezas, de hacer volver hilos argumentales que creías olvidados para cerrarlos, de hacer aparecer otros nuevos, de darles intensidad a unos y casi abandonar otros para, al cabo de pocas páginas, hacer lo contrario. Y todo eso con una fluidez impresionante, tanta, que el lector apenas se da cuenta del juego en el que está inmerso, del vaivén de hilos argumentales, del caos absoluto que tiene ante él y que sin darse cuenta se ordena y desordena, se construye y deconstruye sin perder un punto de intensidad, sin perderse en la confusión y sin caer en el aburrimiento.

La sensación al leer algo tan arriesgado es la de ¿pero-que-coño? De la sorpresa se pasa a la incredulidad, de la incredulidad a la fascinación, y de ésta a la admiración. Y cuando uno llega al final de Te quiero porque me das de comer roza el agotamiento, la excitación le envuelve y la satisfacción y la sensación de haber leído algo extraño y único se apodera de ti irremediablemente.

Hay que tener clara una cosa, para adentrarse en Te quiero porque me das de comer hay que dejar atrás toda concepción de novela, hay que olvidar todo lo que hemos leído hasta ahora, cambiar el chip de lo que entendemos como trama o hilo argumental, hay que llegar a esta aventura con la cabeza vacía, a ciegas y confiando del todo en el autor.

Y ahora hablemos de la trama. Si eso es posible.

Antes he dicho que la novela supera las cinco o seis tramas, es cierto, pero tiene truco, en realidad esas tramas van y vienen, aparecen y desaparecen, se mezclan unas con otras, pero todas van a compás de una central, una trama de la que nacen otras, de la que surgen apéndices que mueren durante la novela o que van con ella hasta el final. El hilo central es Max Luminaria, un asesino en serie al que veremos desde su más tierna infancia hasta su edad madura. Lo veremos crecer, aprender, formarse, veremos cómo se forma su odio, su desprecio, su personalidad, veremos sus dos caras, su juego, su maldad. Y es en torno a él donde surge todo lo demás, hay un par de hilos argumentales también importantes, pero que en última instancia convergen con Max, de una manera u otra, todo siempre tiene que ver con Max Luminaria.

Una directora de instituto vejada por una profesora de alemán, una profesora engañada y humillada por sus alumnos, un chico dueño de un perro asesino, un detective mediocre que persigue a Max y que está obsesionado con un actor joven, un amante que ante el desamor muta a asesino, a chulo, a extorsionador, a chivato, un profesor que se aprovecha de sus alumnas menores, un cura que se aprovecha de sus alumnos de catequesis…

Y así una tras otra que se abre y se cierra y viene y va.

¨El padre Manuel acostumbra a madrugar más de lo habitual cuando hay huelga de metro y solamente funcionan los servicios mínimos: se mete a presión en el vagón que esté más lleno y poco a poco se va moviendo hasta colocarse detrás de una mujer: entonces se saca la polla y se la pone en el culo: más de una viajera se ha bajado del vagón con la falda bautizada de semen.¨

El estilo de David Llorente es seco, seco y duro y frío. En la vida he visto una narración más seca que esta –y, más autobombo, he leído casi todo de McCarthy- más fría, más telegráfica. Olvidad las narraciones duras y líricas, olvidad las novelas oscuras pero cálidas y cercanas. Llorente es seco como un desierto, árido, impersonal, es casi como leer una gran lista donde se suceden los acontecimientos como si fueran los ingredientes de una vida, de muchas vidas, uno tiene la impresión de leer los pensamientos de otra persona, de leer un subconsciente que va dictando o narrando sucesos sin ningún destinatario, únicamente para él, es una sensación extraña que hipnotiza, que hace que el texto se vaya inoculando en nuestra mente y se disperse por ella y se conecten tramas y sucesos. Es aterrador, raro y fascinante.

Y las tramas, todas ellas, son oscuras y violentas, algunas explicitas, sexuales, duras. Te quiero porque me das de comer es un tapiz de vidas arruinadas, tristes y grises, violentas y groseras. Un pequeño infierno que se llama Carabanchel.

Para ir cerrando, Te quiero porque me das de comer no es una novela convencional, no es una novela lineal, no es una novela suave y no es una novela para cualquiera. Llorente ha escrito una novela arriesgada, singular, dura y negrísima, algo que pocas veces se ve, una novela alejada de cualquier canon, de cualquier formato, de cualquier lógica. Una novela que le exige al lector una participación activa, un quid pro quo, un esfuerzo.

Y por último, Te quiero porque me das de comer no va a gustar a todo el mundo, no admite medias tintas, está más cerca de David Peace que de Asa Larsson, más cerca del crudismo de Edward Bunker que del chicknoir  de Dolores Redondo, y eso por desgracia, puede ser un hándicap a tener en cuenta.

Los que os atreváis a leer Te quiero porque me das de comer  seguramente tardaréis mucho tiempo en olvidarla. Los que no os decidáis a leerla podéis seguir en vuestra zona de confort. Esperando a leer otra novela más igual a la anterior, y a la anterior y a la de hace un mes.

Te quiero porque me das de comer
David Llorente
Editorial Alrevés 2014
317 páginas.


Te quiero porque me das de comer, de David Llorente
Te quiero porque me das de comer, de David Llorente

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