De vuelta a la rutina, y aunque la frase siempre dicta "por fin es viernes".... ¿por qué no saltarse las rutinas, lo que dictan las reglas, dichos populares y demás chorradas?, y es que "por fin es lunes" y arranco semana de la mejor forma, con el Teaser Monday de una de las próximas reseñas. Hoy toca el Teaser Monday de El Paraíso de Elva de Felicidad Ramos y Tombooktu.
En breve podréis leer con detalle mi opinión sobre esta novela, protagonista de la Lectura Conjunta de Cadena de Comentarios de este mes de Enero, aunque si puedo adelantaros que me parece símplemente una lectura genial, fresca, divertida y de esas que disfrutas desde la página uno.
Aquí tenéis un fragmento un poquito largo de El Paraíso de Elva porque que me ha costado cortar antes rememorando esta genial escena. Veréis que el fragmento elegido por el azar os es familiar a todas las lectoras que como yo, os metéis en el libro tanto que vivís como propias cada linea.
Connor negocia con el clan rival aconsejado por Kieran, su jefe de armas y mejor amigo y, aunque la detesta porque es una arpía de mucho cuidado, creo que va a aceptar casarse con Ilona Lennox. Su moral y su historia le impiden pactar con los ingleses, por encima de todo está su honor, y tras perder tantas cosas en su vida no quiere que le arrebaten el único orgullo que le queda, el ser escocés. Angus, en un último intento de convencerle de que su propuesta es la mejor opción, le convoca a un encuentro para negociar con los Campbell. Pero algo no me huele bien, desconfío del consejero, y mucho. Tengo un pálpito. En cuanto mi hombretón de ojos verdes se descuide, se la van a meter doblada. Intuyo intereses ocultos que pueden perjudicar a Connor, y me dan ganas de gritarle que no vaya, porque me temo que se trata de una trampa.
—¡No vayas! ¡No te fíes, Connor! Angus no me da buena espina. ¿No te parece raro que ahora esté tan interesado en el pacto con los ingleses, cuando antes era su más ferviente opositor? –¿Qué diablos estoy haciendo?
Pero Connor no me oye, ni siente el peligro. Se dirige directo y confiado a lo que yo creo que es una emboscada, y de la que sospecho, no va a salir muy bien parado. La ansiedad no me abandona. Me retuerzo incómoda en la silla, como si de repente tuviera alfileres. Un mal presentimiento se apodera de mi alma a cada segundo que el highlander se acerca al lugar, que está absolutamente desierto. Alguien aparece entre las sombras y por sorpresa. El filo de una daga que no ha podido esquivar y un golpe en la cabeza dejan al guerrero escocés herido e inconsciente en el suelo. Mi cuerpo se congela por un momento, y mi ira se materializa cuando consigo volver a respirar.
—¡No! ¡No, joder! ¡Lo sabía! ¡Te lo dije, no debías confiar en él! –Alucino conmigo misma, pero estoy indignada–. ¿Por qué no me has hecho caso? ¡Ahora no te puedes morir! ¿Cómo no lo has visto venir? ¿Por qué no me has escuchado? –Y se lo digo dolida al hombre que aparece en la portada de un libro. De locos.
No me he dado cuenta, pero en el balcón de al lado está Álvaro, el de mantenimiento, apoyado en la barandilla con un destornillador en la mano y flipado por completo con la escena que estoy montando.
—Eh… Hola. –Me incorporo de un salto muerta de la vergüenza y me tiro por encima medio Malibú. —¿Estás bien? –me pregunta con cara de póker. —Sí, sí… Es sólo que estoy leyendo y me he emocionado un poco. –Tierra trágame. —Ah, el libro que le he prestado a Marisa, ya veo –me contesta con una media sonrisa traviesa pintada en la cara. —Perdona, pero es que hoy no estoy teniendo un buen día –le respondo mientras intento parecer lo más presentable posible.
Él me sonríe, suspira profundamente y pierde su mirada en el horizonte. Le observo y veo que no lleva puesto su uniforme habitual de trabajo. Va vestido con ropa informal y, por primera vez, dejo de ver a Álvaro como el chico de mantenimiento. ¡Lo que cambia un uniforme!
—¿No sales a celebrarlo como toda la ciudad? –me pregunta tras un silencio algo incómodo.
Se me está pegando la camiseta al cuerpo y estoy algo pringosa.
—¿La lluvia de estrellas? ¿Y quién te dice que no lo estoy celebrando? –contesto a la defensiva inflándome como un pavo.
Levanta las cejas y me mira condescendiente.
—¿En serio? Me desinflo como un suflé cuando comprendo que no engaño ni al manitas del edificio. —Vale, me pillaste. No tengo ánimos para celebrar nada. Soy la vecina depre y que llora por los rincones, ya sabes –le recuerdo algo irónica. —No deberías castigarte. Esta es una noche mágica. Hoy es la noche en la que se cumplen los deseos –me dice sin retirar la mirada del libro que sostengo en mis manos como un tesoro. Carraspea y sonríe–. Al menos, eso es lo que todo el mundo dice. —Bobadas, eso es lo que son –afirmo poniendo los ojos en blanco–. Y tú, ¿has pedido ya el dichoso deseo?
Se inclina acercándose un poco más hacia mi dirección y bajando la voz, me susurra divertido y en confidencia.
—¿Te puedo contar un secreto? Soy muy supersticioso y, aunque negaré públicamente haber dicho esto, sí, lo estaba haciendo cuando te escuché… gritar. No quiero ser el único ser al que no se le concede un deseo esta noche. –Los dos nos reímos a la vez y me siento más relajada. Creo que este chico va a caerme bien. —Puedes estar tranquilo. No se lo diré a nadie, si tú olvidas mi escenita de tragedia griega. —Soy una tumba. –Y haciendo el gesto de la cremallera en la boca, se retira señalando el destornillador–. Bueno, me marcho. Sólo vine a arreglar la persiana antes de irme a trabajar al Hysteria. El lunes llegan nuevos inquilinos y quería dejarlo listo. —Bien. Yo debería ir a cambiarme… –le respondo señalando el lamparón que me ha dejado el Malibu en el pijama, y levantando la mano en la que llevo el libro me despido–. Buenas noches.
Asiente con la cabeza y lo veo desaparecer. Cuando estoy a punto de girarme para entrar en casa, oigo de nuevo su voz que me sobresalta.
—Por cierto, Elva, hoy puede ser esa noche en la que dejes de ser la vecina depre que llora por los rincones. Tan sólo tienes que desearlo. Recuerda, es una noche mágica.
Me lanza una última sonrisa mientras me guiña un ojo, y vuelvo a quedarme sola un poco confusa por esta última frase. ¿Es que todo el mundo se está volviendo loco hoy? Pero lo admito, en otro momento más feliz de mi vida hubiese sido la primera en hacer todo tipo de rituales en una noche como esta. ¿Qué te ha pasado, Elva?
El Paraíso de Elva - Cap.2, Página 31