Revista Cultura y Ocio

Teaser Monday: El Karma del Highlander de Rose Gate

Publicado el 19 noviembre 2018 por Entre Libros Y Tintas @EntreLibrosyTin
Teaser Monday: El Karma del Highlander de Rose Gate¡¡ Feliz lunes chicuelos!!
Otro nuevo arranque de semana, una semana larga para muchos.. incluida yo, con mucho que leer, mucho que reseñas y mucho que organizar, pero cero tiempo. Así que como las semanas pesadas son menos pesadas con algo de diversión y entretenimiento, hoy toca divertirse un poco con el Teaser Monday de El Karma del Higlander de Rose Gate.
Una novela de highlanders, antiguos y actuales, con amor, acción, traiciones... y momentos de risas garantizadas, y que podréis descubrir de dos formas, la primera es a través de la reseña que podréis ver en breve en el blog, y la otra con esta entrada, diseñada especialmente para poneros los dientes largos y que vuestra mañana lunera sea más amena.
Os dejo con este divertido fragmento de El Karma del Higlander, una genial historia de Rose Gate, donde podréis descubrir "¿Qué pasaría si el karma llevara falda escocesa?".
—Te juro que no sé qué pretendes —me crucé de brazos— pero sea lo que sea, no vas a conseguirlo. —me dijo enfadado. Tenía dos opciones, me enzarzaba en otra discusión o destensaba un poco la cuerda. La verdad, es que estaba un poco harta de discutir y no me estaba llevando a ninguna parte. ¿Sería capaz de recular?. «Vamos Sarah, que en peores plazas has toreado», me dije intentando ser consecuente.
—Lo siento, me nublé, pensé que esa psicótica de tu prometida nos había perseguido, después no me sacaste de mi error y me hiciste quedar mal con tu madre, así que quería borrarte esa sonrisa de prepotente que tenías en la cara —él también se había cruzado de brazos—. No imaginé, que con mi historia tuviéramos que ir a casa de tus padres, ni que me siguieras la trola de la prometida —levanté los brazos en alto, mientras caminaba arriba y abajo, haciendo aspavientos—. Simplemente quería darte un escarmiento y todo se complicó. —Tenía una manera de mirarme tan intensa que no podía evitar sentir un enorme cosquilleo en todo el cuerpo, debería estar prohibido ser tan guapo y mirar así. Resoplé—. Tal vez me haya equivocado, si quieres llamo a tu madre y le explico que se trataba de una broma, no tenemos que pasar por esa situación si tú no quieres —terminé con el tono de voz moderado.Resultado de imagen de joe manganiello—Quiero.
—¿Cómo? —eso sí que no lo esperaba—. Tierra llamando a Kenan ¿es que te has dado un golpe en la cabeza?
—Si todo esto ha servido para que me tutees, te intentes disculpar a tu manera y te hayas sacado el palo, que parece que llevas metido todo el día por el culo… Quiero —sentenció. Guau, eso sí que no lo esperaba.
—¿Estás seguro? —insistí. Su presencia era imponente. Estaba de pie, incluso descalzo, le llegaba por debajo del mentón y eso que yo llevaba puestos unos buenos tacones.
—Muy seguro, hace años que no veo a mis padres. —Aquello me sorprendió y me di cuenta que no sabía nada de Kenan. Me había dedicado a hostigarle en vez de conocerle y eso debía cambiar.
—¿Te parece si te invito a comer y me lo cuentas? —Una bonita sonrisa me mostró aquella dentadura. Fue verla y pensar en ella tomando pequeños bocaditos de la piel de mi cuello. «Mmmm, ¿cómo se sentirán? ¿Podía una enamorarse de unos dientes? Eran tan bonitos, tan blancos, tan parejos, tan sexis…»
—Me parece genial —respondió y me aclaré la garganta, debía pensar que era imbécil tanto mirarle la boca, algo debía decir, puesto que su sonrisa se había ampliado casi al doble de su tamaño, al ver mi embobamiento.
—Me hubiera gustado ser dentista —le solté a voz de pronto.
—¿Cómo? —«¿Se podía ser más imbécil que yo?», me miraba sorprendido.
—Que si te miro tanto la boca es por tus dientes —aquello era cierto—. Emmm, los tienes muy bonitos y me fijo siempre mucho en la dentadura, como si fueras un caballo vaya —le expliqué. Soltó una gran carcajada.
—¿Me acabas de llamar caballo, señorita Alcántara?
—Bueno quería decir que, cuando un caballo tiene una buena dentadura, es mucho más valioso que uno que no la tiene. Tú tienes unos dientes fuertes, y blancos, y…—su sonrisa se ampliaba cada vez más— Detenme o te juro que no sé qué narices, voy a ser capaz de decir. —Se acercó a mí con sigilo, pasó su nariz por mi cuello hasta llegar al lóbulo de la oreja. ¡Joder! Me iba a desmayar, olía tan bien, le tenía tan cerca. Cerró sus dientes en el lóbulo de mi oreja, capturándolo. ¡Me iba a correr! ¡Mi vagina estaba haciendo chup, chup! Solo faltaba que Kenarguiñano me pusiera su perejil y yo gritara: ¡rico, rico! Me estaba deshaciendo por dentro, mi cerebro estaba hecho papilla cuando mi oído capto el siguiente mensaje:                                                                                            Imagen relacionada—Mis dientes sirven para hacer muchas cosas pelirroja, si te portas bien tal vez te lo demuestre —me susurró. «¡Por los clavos de Cristo! ¡Qué lo demuestre!». Gritaba mi sexo embravecido. Mi tanga estaba haciendo aguas, hundiéndose en una marea de deseo incontenible, a ese ritmo mi vagina lo iba a engullir como si fuera un agujero negro. Se separó dejándome muda y temblando. Aguantando mi mirada, que estaba tan cargada de lujuria como la suya.
Era ahora o nunca, la cama estaba muy cerca así que, no me costaría nada tirarme sobre él y lanzarlo para caer sobre el colchón. Di un salto, cual ninja experimentada, esperando engancharme a él como un koala en celo, sin imaginar que al mismo tiempo, él iba a hacer un requiebro para subirse a la cama y coger sus zapatillas, que estaban al otro lado.
Mi imagen era una fusión entre superwoman, spiderman y el capitán calzoncillos cayendo en picado, e irremediablemente contra la mesita de noche. El impacto no se hizo esperar, iba de cabeza contra la mesilla. Por suerte pude poner las manos, antes de abrirme la cabeza con mi salto de apareamiento de koala salida, aunque la hostia me la llevé.
Kenan se giró de inmediato al oír el estruendo y yo disimulé como pude, con la mesilla agarrada entre mis manos y con un dolor horrible en las palmas. Suerte que el suelo estaba cubierto de moqueta y eso había amortiguado mi dolor de rodillas. Había arrancado la mesilla de cuajo. ¿Quién les mandaba a los del hotel, colocar una de esas mesillas pijoteras, que estaban suspendidas y sujetas a la pared?
El Karma de HiglanderCapítulo 11 (Sarah)Página 130

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